Los padres no parimos; pero contribuimos a que el nacimiento de nuestro hijo pueda ser menos doloroso y más satisfactorio para toda la familia y sobre todo para la madre.
Imaginemos que Alex está a punto de nacer. La ilusión es grande, pero también la incertidumbre por cómo resultará todo. La madre debe concentrarse en cuidarse a sí misma, en hablar a Alex, en «disfrutar» y en sentir estos momentos tan unicos en la vida de ambos. La madre debe ocuparse de ella y del niño, de nada más. ¿Pero y el padre?
En ocasiones no está claro su papel, y es difícil. Pero ahí van una serie de recomendaciones para el padre en la inminencia de la llegada de Alex:
– Ocuparse, en la medida de lo posible, de todos los asuntos «técnicos» y triviales que requiere la casa: comidas, ropa, gestiones varias,…
– Dedicar un tiempo todos los días a dar masajes a la madre, a cuidarla, a ofrecerle una atención exclusiva y centrada en el bienestar corporal de ella.
-Escuchar sus sentimientos, pensamientos, miedos, temores, esperanzas, deseos,… SIN proponer ninguna solución.
– Tener preparado, junto la puerta de casa, la bolsa donde encontraremos todo lo necesario para la «primera puesta» (pañal, ropa, toallitas, ropa de recambio de la madre, teléfonos de contacto, etc, etc)
– Dedicar tiempo para él mismo; buscar momentos para sus aficiones y espacios de desconexión, sabiendo que deberá aplazarlos durante unos meses tras el nacimiento de Alex.
Estas recomendaciones generales debemos adaptarlas a las necesidades de cada pareja y de cada persona individual. Pero por encima de todo está la pregunta a la madre: «¿Cómo puedo ayudarte?»; y de la respuesta se derivará la actitud más acertada para afrontar estos primeros momentos del recién nacido.