Ya sólo el nombre da miedo… y es que nos referimos a acontecimientos que «han producido» (y evocan en la actualidad) emociones intensamente desagradables, dificultades físicas y molestias que contaminan nuestra vida cotidiana.
A nadie se le ocurre, cuando amanece un dia lluvioso, y teníamos pensado acercarnos a la playa o a dar un agradable paseo por el campo, gritar al cielo: «¡Para de llover!, ¡sol, ven, por favor…!» Sería absurdo. Pero sí que se nos ocurre intentar modificar situaciones externas que tampoco podemos controlar; como una reacción desairada de nuestro padre; un comentario nada afortunado de nuestra compañera de trabajo, o una agresión a nuestro hijo de cinco años en forma de mordisco por su compañero de juegos en el patio del colegio…
¿Hasta dónde podemos y queremos cambiar los acontecimientos?, ¿hasta dónde podemos y queremos cambiar nuestra «digestión» sobre ellos?
El trauma, tema que hoy nos ocupa en estepequeño espacio, viene a ser un «disparador» de emociones negativas intensas, pero nunca su causa.
La Psicoterapia cognitivo-conductual, en cualquiera de sus manifestaciones o variaciones actuales, intentará recondicionar, contracondicionar,… volver a revivir la situación pero con otra emoción. Y para ello, lo primero que debemos hacer es afrontar el pasado; saber qué es lo que pasó, verlo, tocarlo, sentirlo…; para luego poder cambiarlo. Nunca olvidaremos; sino que aprenderemos de ello para poder crecer; a nuestro ritmo, al ritmo de cada cual, pero crecer. Nunca se para de crecer.