Existen momentos en el año en los que parece que ciertas ideas irracionales arraigadas en nuestra sociedad además de ciertas emociones que conviven con nosotros tocan a nuestra puerta. Son los familiares a los que vemos «de pascuas a ramos».
¿Qué nos incita a reunirnos con ellos?, ¿quizá es la rutina del «ya toca ver a la tía Engracia…»?, ¿o quizá es el cariño de querer acercarnos a aquellos que por nuestros hábitos laborales y familiares directos no podemos ver más que en fechas señaladas como en las vacaciones de verano?. ¿Ta vez por compromiso social, «obligados» por terceras personas, debemos volver a probar el bacalao del tío Tomás… otra vez…?
Deberíamos ser fieles a nosotros mismos y a ellos, y conocer los motivos que nos incitan a tales reuniones y encuentros. Y luego tomar una decisión. Aclarar los motivos que nos lleva a reunirnos con personas a las que no vemos en meses y disfrutar, en la medida de lo posible de estos contactos sociales.
De todas las relaciones personales pueden sacarse elementos enriquecedores y positivos para nuestra vida personal; incluso de las más agrias. Veamos, a veces a largo plazo, lo que nos aportó aquella persona, aquella situación en la que quizá estuve incómoda,…
…Y sobre todo…, pasémonos al postre si nos tienen pescaDo con el bacalaDo…
¡Buen verano!