PRIMERO:
El miedo nos puede paralizar o hacer que hagamos cosas impensables. El miedo moderado es útil, porque pone a nuestro cuerpo en alerta ante el peligro; pero un exceso de miedo puede paralizarnos y envolvernos en una cadena de comportamientos evitativos que nos perjudiquen seriamente nuestra vida cotidiana y la de nuestros allegados.
SEGUNDO:
Datos: en Madrid hay una persona contagiada del virus ébola. Yo he pasado cerca de su casa; y he podido tocar la misma barandilla del parque que tocó esta persona. El virus ébola se transmite por contacto directo de fluidos corporales. En Liberia, Sierra Leona, … existen ya cerca de 4.000 personas fallecidas por el virus y miles más que han entrado en contacto con ellos y siguen vivos.
Más datos: en España mueren al año entre 10 y 15 personas por un rayo. La tasa de mortalidad por enfermedades cerebrovasculares: 95 por 100.000 habitantes/año. Y podría seguir… pero el problema no son los datos.
TERCERO:
Mi miedo va más allá: elucubra, anticipa, fantasea,… y mientras tanto siento malestar de estómago, dificultades para tragar, sudoración,… ¿tendré síntomas del ébola o tendré miedo?. El miedo es «libre», porque pertenece a nuestro sistema nervioso autónomo, que surge sin nuestro control voluntario. No podemos aconsejar «no tener miedo» porque viene a ser lo mismo que si le aconsejamos a alguien que baje su fiebre… Permítete tener miedo.
CUARTO:
Vida y muerte son dos caras de la misma moneda. Vivir de espaldas a la muerte es ingenuo; y sólo hablar de ella cuando llama a tu puerta… no es buena estrategia. La única certeza que tenemos los vivos es que nos vamos a morir; algunos con supuesta «fecha de caducidad» y otros con esa incógnita.
Y QUINTO:
Y una última cuestión: el miedo condicionado se controla afrontándolo: viajemos a Madrid, paseemos por Alcorcón tocando los bancos de los parques,… finalmente no nos pasará nada. Aprenderemos a controlar así nuestras emociones.