La emoción «ira» nos inunda, nos ciega, nos enfurece tanto que somos capaces de decir y hacer cosas de las que luego nos podemos arrepentir. Alguien dijo alguna vez que la ira y la tristeza son las dos caras de la misma moneda. Hay personas que ante las injusticias se hunden, se paralizan, se sienten chiquititas,… y otras que tras los motivos de enfado, la agresividad se hace patente y pobre del que se cruce en su camino.
La furia necesita de su tiempo para canalizarse; para resultar útil a la persona que la experimenta. En momentos de furia no deberíamos tomar ninguna decisión que nos pueda afectar a largo o medio plazo. La furia es útil para rebelarnos, para que no se nos tome el pelo, para alertarnos de que algo debemos decir y hacer para defender nuestros derechos. La línea es delgada cuando en lugar de defenderlos estamos agrediendo al vecino.
La ira es buena, es deseable, es una emoción más en nuestra paleta de colores de las emociones humanas. Pero no olvidemos que, a diferencia de los animales, nosotros podemos ser capaces de regularla a través de las estructuras prefrontales del córtex cerebral.
1971, Spaghetti western: «La venganza es un plato que se sirve frío», dirigida por Pasquale Squitieri
Grandioso su artículo permite analizar desde distintos contextos varias aspectos o puntos mecionados desde la UPS https://www.ups.edu.ec/ felicitamos su aporte el cual sirve de lectura o trabajo de análisis para muchos estudiantes.