Recorro metro a metro la Gran Vía de Bilbao y a cada paso un lazo morado, una prenda negra,… y una sonrisa. Una niña haciéndose un selfie con quien parece su madre, mujeres mayores con lazos morados charlando sobre la necesidad de equiparar las condiciones entre hombres y mujeres. Adolescentes en grupo, cómo no, buscando colocarse en el punto exacto entre la vergüenza y la protesta. Abogadas, periodistas, amas de casa, trabajadoras,… todas ellas agrupadas, sentadas, en pie, marchando por la igualdad. Pocos hombres, casi testimonial. Alguien corre el bulo de que «no es una manifestación mixta, a los hombres no nos dejan», literal.
Pero miremos más allá. Miremos lejos. Acerquémonos a las mujeres que piden igualdad, acerquémonos los hombres que pedimos lo mismo. Me sumo. Quiero igualdad. Quiero fraternidad, entendimiento y acercamiento entre diferentes. Eso nos da la fuerza como grupo, como sociedad. Pongámonos las gafas de lejos, no las de cerca, y miremos hacia el horizonte, ese destino donde plantamos árboles para que nuestros hijos e hijas, nuestras hijas e hijos puedan cobijarse de las tormentas que vendrán. En igualdad, hombro con hombro. Juntos. Pasemos por encima de las exclusiones e imaginemos un futuro posible, hoy, en el que las personas seamos, por encima de nuestra identidad de género, personas.