Los dos abordajes educativos más imprescindibles para una sana educación emocional hacia nuestros hijos son dos: quererles y decirles que no. La primera actitud va casi implícita en nuestro papel de padres y madres, parece sencilla. La segunda es más complicada.
Negar algo, oponernos a sus deseos es «para Master». Los padres y madres frecuentemente pensamos que negar algo a un hijo favorece sentimientos de frustración, dolor, daño y desesperanza que… «pudiendo evitarse…», «…si total… no me cuesta nada…» «…por un día…»
Y no nos damos cuenta que los niños y niñas poseen una capacidad de tolerancia a la frustración superior de lo que imaginamos. Los profesores así lo pueden atestiguar. En más de 14 años de trabajo como psicólogo con familias, nunca me he encontrado un niño o niña con problemas emocionales derivados de un límite impuesto por sus padres; es más, cuando existen unos límites claros que son innegociables (no olvidemos que la familia es una institución no-democrática en la que se deja margen de acción, pero las decisiones importantes, las toman los padres), cuando existen esos límites,los hijos se sienten más seguros: tienen una referencia clara en la que apoyarse o contra la que luchar, pero es clara, es definida. Y eso ayuda mucho al desarrollo de la salud psicológica de los hijos.
Debemos también distinguir estrategia de emoción. Llorar para conseguir evitar el bocadillo de salchichón no es expresión de una tristeza y dolor intensos; sino una estrategia, una herramuenta, una «treta» (si queremos involuntaria y no premeditada; pero trate al fin y al cabo) para avanzar hacia un escenario inmediatemente mejor que el que dejan llorando.
Por eso , los padres y madres debemos tener bien claro que cuando le negamos algo a nuestros hijos; y ellos protestan; algo estamos haciendo correctamente.