Esas respuestas que nos dejan planchados, que no tienen sentido, que se caen por pura lógica pero que son defendidas con una seguridad digna de un dirigente en la tribuna de la ONU; esas aseveraciones tajantes, dicotómicas y absolutas; esas miradas desafiantes, desde el recién estrenado púlpito de la temprana adultez… pueden llegar a enervarnos, enfadarnos e incluso a disparar nuestra ira. Craso error.
Nunca debemos entrar en ese terreno. Nuestra tarea como educadores y modelos; o como modelos que educan, es girar rápidamente nuestra cintura, tapar el agujero que tenemos en la boca, mirar con cara de infinita paciencia y finalmente, ayudarnos de nuestro «pensamiento alegre o mágico», como en Hook, y volaremos:
«está creciendo, está probando, se siente inseguro, está situándose,… debo dejarle que él mismo se dé cuenta. Lo estoy haciendo bien»