En ocasiones tenemos la percepción de que la violencia ha aumentado en las calles. ¿Es eso cierto? Intentamos poner algo de luz a este tema. Colaboración con EITB en el programa Nos echamos a la calle (11/10/21)
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¿La legalización es el debate?
¿Queremos la legalización de la marihuana, el hachís, en definitiva el THC cuando está haciendo de las suyas en la mielina de las neuronas? Volvemos a citar recientes investigaciones que evidencian una vez más el daño neuronal en el córtex prefrontal, casi nada. ¿Legal o no? ¿Me van a castigar por comprarlo? ¿Va a ser más fácil acceder?
Creo que bajo el debate de la legalización del Tetrahidrocanabinnol (THC) existe otro de mucha relevancia en relación con la salud mental de las personas que lo consumen. ¿Qué idea tenemos de esta sustancia si pudiéramos encontrarlo en los circuitos comerciales. ¿Qué les parecería a los jóvenes que nunca lo han probado?¿Qué percepción tienen de los tóxicos legales: alcohol, tabaco y THC? Hace poco un adolescente hablando de las bebidas energéticas, afirmaba: «pues yo suelo tomarme dos por las mañanas para despertarme. Eso es normal, ¿no?, si las venden en las tiendas de chuches es que son buenas, ¿no?»
La certeza de bondad de un producto por dónde puede adquirirse es evidente. Cuando compramos una crema hidratante en la farmacia, puede darnos la sensación de que es más eficaz o al menos está mejor elaborada que si la compramos en un supermercado. Hablo de percepción subjetiva, de sesgo; y por tanto de mayor o menor riesgo de consumo del tóxico en cuestión.
El papel de los psicólogos
Los psicólogos que se dedican a la investigación, se han hartado de ponernos sobre la mesa la relación entre el consumo de tóxicos y enfermedad mental grave. Es evidente que cada persona posee un ritmo propio de aprendizaje, pero me atrevo a decir que todas las personas experimentamos aprendizaje: vamos sumando conocimiento con nuestra experiencia y así, en la siguiente ocasión, cometemos menos errores.
Legalizar el cannabis, desde el punto de vista de la percepción del daño causado, puede favorecer que se vea como una sustancia menos peligrosa que si es ilegal.
No legalizar el cannabis es posible que sea percibido como un aviso de que esa sustancia es más perjudicial; siempre y cuando en nuestro entorno global (a un click sabemos lo que pasa en Holanda) tampoco sea legal.
Y para terminar, cómo no, reflexiones sobre uno de los vértices desde el que se debería trabajar más: la prevención. A estas alturas del siglo XXI…, sí, aún hay que desmontar mitos en las consultas de psicología como que fumar porros no abre los alveolos, ni es más puro que el tabaco porque su olor es más dulce… En fin.
Maneras de (des)animar… las vacaciones
Llegan las tan deseadas vacaciones. Este séptima temporada (2020/21) en la Radio Onda Vasca #konekta llega a su fin. Y el último capítulo lo hemos dedicado, en lugar de animar, a (des)animar. ¿Realmente podemos llegar a fastidiar unas bonitas vacaciones a la vista? Sí.
Con Julen Arriandiaga hemos querido señalar el enfoque que debemos tener para adelantarnos «cenizamente» a las vacaciones y tirarlas por tierra antes si quiera de que comiencen.
Recordamos el libro de Paul Watzlawick «El arte de amargarse la vida» (Herder, 1983), ya un verdadero clásico de la literatura en la psicología del siglo XX. Y en clave irónica, emulando al autor, enumeramos lo que debemos hacer para amargarnos las vacaciones.
Esperamos que este broche final aporte alguna lucecita a aquellas personas que se encuentren a las puertas de sus tan ansiadas vacaciones y les mueva de sitio, al menos, para «pedir un martillo al vecino»… con otra actitud.
¿Y si no recibimos la atención sanitaria que NECESITAMOS?
La atención sanitaria es la base de nuestra salud física. Resulta indispensable disponer de dicha atención y sentirnos seguros por ese lado. Luego vendrán las necesidades psicológicas.
Maneras de animar…Cuando vivimos falta de recursos en el servicio público de salud.
Espacio en Onda Vasca, 21/4/2021
Son señalar víctimas o culpables, analizamos la situación siguiente: ¿Y si no recibo la atención sanitaria que NECESITO a raíz de que existen menos recursos sanitarios públicos?
Analizamos esta situación y proponemos estrategias de afrontamiento de esta cruda realidad.
No iremos al punto de vista estructural. No lo analizaremos desde la solución en que el sistema cambie. Abordamos el tema desde el punto de vista de lo que una persona puede hacer, consigo misma, desde esa situación.
Sobre el permiso y la prohibición
Dos conceptos: permiso y prohibición que deben estar, ¿pero hasta qué punto? Convivimos con normas, reglas sociales que nos limitan y nos permiten. Son dos caras de una moneda, inseparables. ¿Qué actitud tomamos nosotros frente a las normas? ¿Qué decidimos cuando nos encontramos con un permiso o una prohibición?
Si nuestra actitud es querer cambiarla, y está fuera de nuestro radio de acción, nos abocamos a una frustración segura. Si por le contrario la observamos, la conocemos y reflexionamos sobre nuestro margen de acción frente a ella, estaremos poniendo a salvo nuestras emociones más desagradables.
«No puedes acudir a ese lugar, lo tienes prohibido». Esa es la norma. ¿Qué tipo de pensamientos se me disparan a continuación?: Pueden ser del tipo A: «Es injusto que no me dejen, deberían dejarme, soy mayor para decidir por mí misma, cuando sea adulta me vengaré,…». y además pueden ser de este otro tipo B: «¿qué haré en los lugares a los que sí puedo acudir?, ¿cómo puedo comportarme con lo que tengo?, ¿qué oportunidades me estoy perdiendo que ocurren aquí y ahora que me estoy perdiendo cuando enfoco al y si?
La catarata de pensamientos que nos viene a la cabeza no es muchas veces controlable; y cuando no existe, fantaseamos con que la estamos controlando. No es así. El pensamiento va por libre. Y eso no es malo, ni malo ni bueno; únicamente es. Lo que sí podemos controlar son nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros gestos.
¿Dónde está el problema entonces?
Cuando por fin nos den permiso, tampoco es que se nos haya abierto el cielo; porque surgirán otras prohibiciones de otra índole, por parte de otras personas,… y será el cuento de nunca acabar. La vida. El problema no es tropezar dos veces con la misma piedra, sino enamorarse de ella.
Desde Centro Delta Psicología podemos ayudarte sobre aquello que te quita el sueño. Llámanos al 944241960, mándanos un mail a info@centrodelta.com o visita nuestra web.
El dilema de querer sin ser querido
El dilema de cómo puedo seguir queriendo a quien me está haciendo daño. MI padre o mi madre son quieres más me quieren, pero ahora veo que sus acciones son contrarias a saber que me quiere. ¿Qué puedo hacer?
- ¿Cómo puede hacerme esto?, con lo que me quiere, con lo que le quiero…
A veces nos encontramos ante un dilema de sentimientos. ¿Si me quiere por qué me hace daño?, ¿si le quiero, por qué no quiero estar con él?
No es poco frecuente que las personas se encuentren frente a este dilema, esta disyuntiva cuando quien nos debe querer no parece que lo haga. Hablamos de menores cuyos padres están separados, y «malamente separados». Y no es cuestión de tomar decisiones conscientes, racionales, razonadas, sopesadas,… sino de emociones que entrechocan, emociones antagónicas que difícilmente pueden convivir en nuestro corazón.
¿Qué hacer entonces?
Opción A: Seguimos poniendo la otra mejilla. Volvemos a dar oportunidades. Nos acercamos a la persona querida, y de nuevo nos volvemos a decepcionar. Lo intentamos. Fracasamos. Nos caemos Nos levantamos.
Opción B: Se acabó. No quiero hablar más con él. No pienso exponerme a un desplante más, a un comentario despectivo, a una agresión más por parte de quien me quiere. Hasta aquí he llegado. Corto la relación.
Hay más opciones (la C, D, E,… hasta la Z). Creatividad y flexibilidad serían las dos palabras mantra. ¿Por qué iba a seguir o dejarlo?, ¿no hay opciones en medio de esos dos extremos? Sí, las hay. C: sólo me expongo a esa persona en fechas señaladas, D: sólo en mi territorio, E: me comunico vía chat / e mail, F: me comunico en presencia de un tercero, G: Espero a que me llame para hablar, …
Pero todas ellas, todas esas opciones intermedias pasan por no querer que la otra persona cambie, por aceptar que lo que hace es lo que hace, lo que dice es lo que dice. Si pretendemos que el otro mueva ficha, haga lo que debe hacer, o peor: hacemos de padres de nuestros padres, todo se va a desmoronar: el estrés puede ser entonces intenso.
La decisión que cada uno tome es la mejor, porque es tomada por uno mismo. Pero verlo todo en negro o en blanco, muchas veces no corresponde con una posición de inteligencia emocional.
Desde Centro Delta Psicología en Bilbao podemos ayudarte con este y otros problemas psicológicos que quieras consultarnos. Estamos para ayudarte en nuestra web, en este mail info@centrodelta.com o en el teléfono 944241960.
Normas vs. lógica de contagio
En estos tiempos peculiares, sorprende ver a personas que deciden actuar mayoritariamente en base a una norma externa dada: permiso o prohibición; y a otras que lo hacen basándose en el entendimiento de qué tipo de comportamiento llevará a qué tipo de consecuencia probable. Y entristece su enfrentamiento.
¿Nos guiamos por las normas y así nos sentimos seguros?, ¿o bien nos guiamos por la lógica del contagio / salud y así nos sentimos seguros?
Una dicotomía algo falsa, como la mayoría, pero que puede situarnos en un escenario de conflicto entre semejantes: con nuestros familiares en estos días de encuentro familiar presencial limitado.
– «El decreto permite x personas, lo cumplimos. No pasa nada: estamos a salvo.»
– «Permaneceré alejado de ti y con las ventanas abiertas en la cena de nochevieja. Pasaré frío. No pasa nada: estamos a salvo.»
– «Nos permiten reunirnos alrededor de una mesa sin mascarilla. Nos las quitamos. No pasa nada estamos a salvo.»
– «Prefiero saludarte con un abrazo de espaldas. No pasa nada, estamos a salvo»
Cualquiera de nosotros puede decir una de estas cuatro expresiones. La cuestión es qué hacemos el resto al oírlas. ¿Respeto?, ¿convencimiento?, ¿deseos de que el otro actúe como nosotros?, ¿apertura al cambio?…
Si aprendemos a separar personas de conductas, habremos dado un paso en la dirección del entendimiento y el bienestar emocional, sin duda. Si nos obcecamos en la simplicidad del ganar / perder o del «esta persona es así por actuar asá«, ciertamente nos estaremos hundiendo en el agujero de nuestro conflicto.
No ganas si en una negociación pierde el que negocia contigo, dice Miguel Udaondo muy acertadamente en su libro «Comunica. Las claves de la comunicación para el liderazgo«. Y es que si nos seguimos empeñando en estar por encima del otro, la soledad de la victoria nos ahuecará la tristeza. Si pierde tu rival, a la larga tú has perdido. El puente de plata que llamamos en mediación a la posibilidad de una «derrota» dulce es otro enfoque que se sitúa en el mismo grupo de estrategias de comunicación / negociación / diálogo que nos provocan una cercanía entre las personas y nos ofrece una «cooperación de grupo».
Ciertos contextos humanos derivados de la estructura social pandémica, nos invitan a florecer la creatividad. Es ahora cuando estrategias que busquen la funcionalidad de las conductas prosociales de siempre, mediante una expresión diferente debieran aflorar. ¿Qué queremos? Abrazar. No, no queremos abrazar, queremos sentirnos cerca de ese ser amado con un gesto de cariño. Solemos abrazar y eso funciona. Ahora abrazar nos pone en riesgo de contagio. Pues demos un abrazo de espaldas. Saludemos con el corazón.
Las acciones que implican interacción social las llevamos a cabo buscando un fin, un objetivo que si se satisface, la conducta tiende a mantenerse en el tiempo. Busquemos una conducta alternativa a la que venimos haciendo pero que siga satisfaciendo el fondo, el para qué de lo que queremos hacer.
Música de fondo: del CoronaVirus o de cómo adaptarse a la emergencia
Mientras escribo estas líneas una música de piano suena, es una de tantas de Chopin, un piano realmente relajante. Las frenéticas noticias sobre el coronavirus nos taladran y nos recuerdan cada media hora que existe una amenaza cada vez más cercana y real. Las notas no dejan de sonar, con su cadencia, con su melodía, parecen estar hechas para estar juntas, tal y como suenan. Existen medidas de protección, lavarse las manos, evitar las aglomeraciones de gente, cuidado con la población más vulnerable: los ancianos. Las notas siguen resbalando por mi cerebro, me inundan y adormecen. La alarma persiste. La música también.
Los humanos estamos hechos para la acción, respondemos ante lo que nos ocurre con atención. Ahora hay una alarma, una demanda grande, exigente, urgente ante la que debemos responder. ¿Nos paramos?, ¿la minimizamos?, ¿nos encerramos en un búnker?… Sopesamos las opciones, nos alarmamos antes justo de empezar a tomar decisiones.
Ahora es el Hallelujah de Leonard Cohen, que de la mano de un Chelo extremadamente cariñoso entra en mí. Un piano de fondo habla con él. Yo escucho. El diálogo simplemente es prefecto.
Tras la alarma viene la fase de comprobación que seguimos aquí, que existe el peligro, pero que aún seguimos vivos para comprobar que debemos hacer algo, en la medida que podamos, sepamos,… pero algo. Acción.
La melodía no es muy larga, se me hace corta. El final es vibrante, el diálogo entre el chelo y el piano, dos compañeros de sensaciones emocionales inexplicables, deja de producirse. Me quedo con las ganas de más.
Pero al comprobar que la situación va siendo conocida, que existe un riesgo al que nos estamos acostumbrando, tomamos algunos nuevos hábitos y la mayoría, los viejos hábitos, siguen igual. Pero seguimos ahí, con una nueva rutina de compañera de viaje. Es ahora cuando encontramos nuevos enfoques, la creatividad sale a la luz y nos sorprendemos con circunstancias deseables inesperadas, que valoramos y que guardamos en una cajita de plata.
No time to die, Charles Bolt. Los agudos del piano se alternan con los graves de fondo. El compás es algo triste, quizás melancólico, pero no acaba de morir del todo. No, aún no es tiempo de morir. Aún quedan muchas cosas por hacer. Estamos aquí y estaremos aquí. Creatividad, adaptación, enfoque, disciplina, quedarse con lo bueno, no querer cambiar lo que no se pueda cambiar. Aprender. Aceptar. Reír. Crecer.
Parece que la luz al final de túnel asoma. Empieza a ser un recuerdo aquella alarma de aquél día, de aquellos meses, semanas y año 2020. Sí, yo estuve allí. Y aquí estoy. Aquí estamos. Seguiremos. Es verdad, no todos. La emergencia se ha llevado por delante a personas que ya no nos acompañan, que han quedado en el camino. No ha sido la emergencia, ha sido la vida, que es terca en enseñarnos que no somos inmortales, ni por éste ni por otras contingencias: somos mortales. Carretera, corazón y cáncer. Suicidios. Accidentes. Enfermedades. La vida. La muerte.
Chopin vuelve a sonar con su concierto número 2, opus 21. Alguien compuso esto. Alguien lo ha tocado con cariño. Ahora yo lo escucho. Esto cuenta: lo que hacemos, en lo que utilizamos el tiempo de la vida que nos encontramos viviendo, que tenemos.
Viktor Frankl nos lo dijo al salir de aquel campo de exterminio. Nuestra voluntad de sentido es la clave para sentir esa música, para reaccionar con pánico primero y con medida después, para acostumbrarnos a nuevos hábitos, para descubrir nuevas formas, maneras de estar en el mundo con los que nos rodean. Pensar en los más débiles, y ser un grupo solidario, con prioridades, es la clave. Para al final, poder despedirnos con dignidad, con la cabeza bien alta diciendo: yo estuve allí y viví así.
¿Por qué nos cuesta tanto hablar de la muerte?
El 8/02/2020 hablamos en Onda Vasca sobre el tema, a pesar del catarro…
https://www.ivoox.com/por-nos-cuesta-tanto-hablar-la-audios-mp3_rf_47475155_1.html
¡Qué disgusto! Sea esperada o inesperada, la reacción instantánea en forma de tristeza, sorpresa, desasosiego o incredulidad aparece en nuestros corazones al escuchar la noticia de la muerte de una persona a la que de una manera u otra conocíamos.
Cuando alguien fallece no nos queda más remedio que estar ahí, en el tema, en el doloroso asunto. Es un momento en el que parece que no hay escapatoria.
En el resto de los momentos, de los días, vivimos de espaldas a la muerte, hacemos como si no existiera. La ignoramos y en la mejor de las ocasiones sentimos cierta la inmortalidad de nuestros semejantes y de nosotros mismos. Sólo una “tragedia” nos vuelve a retrotraer a ese escenario tan incómodo de la presencia, a unos metros o unos centímetros del ser querido fallecido.
¿Qué nos lleva a comportarnos así? ¿Por qué reaccionamos de esa manera, negando la realidad, revolviéndonos en nuestros asientos y luchando contra el dolor?
El comportamiento de las personas sigue unas directrices, unas reglas o al menos existe cierta manera de entenderlo, de explicarlo. Desde las premisas de la psicología basada en la evidencia, podemos entender, como referencia nuclear, que nuestro comportamiento, nuestros sentimientos persiguen un “para qué”, una próxima viñeta del cómic de nuestra propia historia que nos venga bien, que sea deseable para nosotros. Ésa es la clave: que nos venga bien. Es decir, que de alguna manera podríamos aplicar la máxima: “haces las cosas para algo” al hecho de que te sorprenda tanto la muerte, vivas de espaldas a ella o no quieras asumir que el ser querido ya no aparecerá por esa puerta ni te llamará más. ¿Cómo lo entendemos entonces? De esta manera: no queremos hablar de la muerte porque callar nos hace evitar el dolor, no queremos reconocer que ha fallecido porque el dolor sería inmenso, no hablamos de que me siento el siguiente en la lista porque sería poco menos que matarme a mí mismo. Nos duele, por eso lo evitamos. Mientras tanto… mientras tanto… no duele.
Pretendo ofrecer una manera, que no deja de ser hipotética, de las razones que nos llevan a esta actitud ante la muerte. Dicho de otra manera, mi intención con este artículo es proponer explicaciones que faciliten que nos entendamos mejor a nosotros mismos para después tomar decisiones.
Nuestra libertad lo es porque podemos tomar decisiones en relación y dentro del mundo en el que vivimos. Las personas sufrimos, lloramos, nos desgarramos por dentro; pero eso no quita que en un momento dado podamos colocarnos en una distancia significativa con respecto a nosotros mismos y parar, reflexionar, decidir y ejecutar dichas decisiones. Otro asunto es el éxito o fracaso de dichas decisiones. Para bien y para mal nuestro “metapensamiento” (saber que pensamos) facilita que seamos capaces de tener conciencia de nuestra propia conciencia. Pensar que pensamos nos ofrece una distancia ideal para que, una vez creadas las circunstancias externas, ambientales mínimas y una vez respetado nuestros propios ritmos y tempos, poder decidir el enfoque que queremos darle a nuestros actos.
Citando a Viktor Frankl, podríamos decir que las personas podemos (aunque no siempre sabemos cómo) darle voluntariamente un sentido a lo que vivimos, a nuestro entorno y a nuestras emociones; y en base a ese sentido dado, que no tiene por qué ser logrado, sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Por tanto, si somos capaces de colocarnos a una distancia tal que seamos capaces de ver la muerte, la pérdida del ser querido con suficiente metaanálisis o distancia para poder recolocarlo en el sentido que queremos darle a nuestra vida; habremos llevado a cabo nuestra peculiaridad como seres humanos.
Dejarnos, permitirnos experimentar las emociones ligadas a la muerte no es perjudicial; sino que es muy molesto. Evitar el dolor por la muerte no es dañino, es sufriente si se me permite el calificativo. Luchar contra las emociones no es recomendable porque su propia naturaleza las hace autónomas a nuestras decisiones instantáneas; por mucho que en ocasiones vivamos en esa ilusión. Si me siento triste, estoy triste. Si me siento rabioso, estoy rabioso. Si no me lo creo, no me lo creo. Sin más. Ésta es una de las premisas básicas para no hacernos daño a nosotros mismos, para no tener el enemigo en casa.
¿Y qué hacemos luego?: ya nos hemos colocado a cierta distancia, intentamos otorgarle algún significado, nos permitimos nuestro ritmo, dejamos que las emociones estén ahí, … ¿y ahora qué?
Ahora nada.
Ahora sé compasivo contigo, con tus incapacidades y tus capacidades; que tienes de las dos. Ahora obsérvate, acompáñate y permítete estar así, estar ahí, como estés.
El tiempo, mejor dicho, lo que hagamos en el tiempo que tenemos tras el fallecimiento de la persona querida irá “mojándonos” en el sentido de repercutirnos consecuencias más deseables o menos. Si evitamos hablar de la persona fallecida, si miramos para otro lado, si le entronizamos y realizamos explicaciones fuera de nuestro alcance, míticas o estratosféricas, o le exaltamos idealmente… probablemente los sentimientos incómodos ahora y en el futuro queden comprometidos. Si hablamos de manera natural, hasta donde sabemos, con incertidumbre, con luces y sombras, si nos quedamos con lo aprendido, si sumamos, si relativizamos, si nos lanzamos a sentirnos vulnerables y nos dejamos como estamos… probablemente iremos superando poco a poco ese dolor punzante del primer día.
Luis de la Herrán
30 de enero de 2020
¿Por qué… nos sienta tan bien reírnos (II de II)
Esta vez nos centramos en el humor que rodea a la figura del profesional de la psicología, en los chistes que tienen que ver con este mundillo. Reírse de uno mismo es un ejercicio muy sano, como podéis escuchar en el siguiente audio en Onda Vasca. (30/11/2019)