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De los Leonard Cohen o de cómo aprender a morir

img_1402Intentaré encender, desde este modesto púlpito, alguna luz en el camino de aprender a morir con dignidad y belleza, como decía el premio príncipe de Asturias en su discurso de 2011.

Los Aprendizajes que pone la vida delante de nosotros muchas veces justo cuando menos los queremos, en ocasiones tienen varios ensayos para que podamos ir practicando. En psicología del aprendizaje llamamos ensayos de aprendizaje a las ocasiones en las que ponemos en marcha nuestra habilidad para conseguir perfeccionarla en una ocasión final.

En la muerte solamente hay un ensayo, una oportunidad de morir. Pero sí podemos ensayar la actitud que tendremos llegado el momento; siempre y cuando la vida, esa caprichosa del azar, así nos lo permita antes de morir.

Alguien puede pensar en lo osado de mi escrito; de acuerdo. Algún otro puede ver en él un asidero que con ansia buscaba desde hace tiempo; e incluso otros lo pueden ignorar, aún teniendo delante de sus narices la realidad de lo que le acecha.

Creo que existen tres tipos de perfiles de vivir la cercanía de la muerte. Por un lado tenemos a los CIEGOS. Son aquellos que desde su protección no quieren o pueden ver lo evidente: la vida nos ha dado un tiempo para vivir y ya se acaba. Las personas ciegas tienen miedo, miedo a encontrarse con algo que no van a controlar, miedo por no saber cómo reaccionar llegado el momento fatal. Nadie les ha enseñado a asumir desde bien pequeños que la muerte es parte de la vida, que son dos caras de la misma moneda. Realmente no son conscientes de que su vida algún día terminará, aunque ese día esté mas cerca que lejos.

Luego están las personas RESISTENTES. Son aquellas que se niegan y colocan todas sus trincheras frente a la muerte para luchar contra ella. ¡Vaya falacia luchar contra lo único inevitable que tiene la vida! Se rebelan ante la posibilidad de desaparecer, no quieren; y hasta se convencen de que no ocurrirá así.

Por último están los VALIENTES, aquellos que tienen miedo pero saben que es el siguiente paso que deben dar en la vida; el último. Las personas que saben que la vida va por ciclos, que va de fases, suelen tener más claro que cuando la muerte llama a su puerta deben abrir. Despedirse de los seres queridos, decir lo que siempre quisiste susurrar a quién de veras te importa y aceptar el final de la vida y el principio de la muerte, suelen ser características comunes a estas persona valientes.

Parece que aunque sólo podamos tener un ensayo de aprendizaje al morir, sí podemos tener multitud de ensayos en los que podemos mostrar nuestra actitud ante el final de la vida. Como decía Viktor Frankl, psiquiatra maltrecho y reconstruido en la Alemania nazi, lo único que no puede quitarnos nadie es la voluntad de sentido. Nuestra intención de dotar de sentido a nuestros actos, nuestra voluntad de querer hacer nuestra vida a nuestra manera (y nuestra muerte) es lo que nadie jamás podrá arrebatarnos. Por eso nuestra actitud valiente (con miedo pero valiente) es lo único a lo que nos podemos aferrar para dar el paso. Aceptar morir es lo que distingue a estas personas valientes; no su tranquilidad frente al final. No hablo de resignación.  Resignarse es la actitud de quien quiso cambiar el exterior y no pudo, de la persona frustrada frente a sus inútiles esfuerzos por mover las paredes que le rodean.

Leonard Cohen así parece que lo hizo. De alguna manera llegó un momento de su vida en lel que quiso morirse. No hablo de querer quitarse la vida, ni de terminar con el dolor crónico, no. Hablo de la decisión consciente y voluntaria de dar el paso, montar en la barca y cruzar el río.

Transcribo las palabras de despeidda del autor a su musa: «Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos y creo que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Amor eterno, te veré en el camino.”

En nuestras vidas tenemos muchos ejemplos de personas que ya no están con nosotros, que decidieron terminar su vida, acabar esa fase y comenzar otra realmente incierta, la más incierta. Parezcámonos a ellas, demos un paso adelante y decidamos conscientemente que el siguiente de nuestra vida es el final. Aceptemos con valentía y con miedo ese último paso. Mostremos a los siguientes en la cadena cómo se hace. Seamos ejemplo de bien morir. Las generaciones que van detrás necesitan vernos como modelos de esta última enseñanza, de este último paso. Y despidámonos con agradecimiento por todas las emociones agradables que hemos vivido, por la buena sensación de fluir en los momentos en los que perdimos el sentido siendo nosotros mismos y por el bienestar profundo que nos supuso pertenecer a algo superior a nosotros mismos y de lo que éramos una pequeña parte importante. Dejemos a un lado la cara B del disco, la rayada, la vieja y pongamos de nuevo ese disco de vinilo por su cara A, la buena, la sonora, la que nos hace vibrar. Y bailemos hasta el amanecer.

Generación corta-pega

copypasteLa vida va pasando y los ciclos se van cumpliendo. El rápido acceso a toda la información que ya está «trabajada» por otros antes que nosotros, pone al alcance de nuestros dedos tantos datos que la tentación de evitar el esfuerzo hace que cortemos y peguemos en exceso.

¿Dónde queda la creatividad frente al folio en blanco?, ¿dónde está la expresión de ideas que ya duermen en nuestros cerebros y que salen mezcladas y relacionadas de manera creativa gracias a nuestro esfuerzo?

Incluso los egipcios de la antigüedad afirmaban que las generaciones venideras darían al traste con el sistema social que imperaba; por ser muy alocadas e irreflexivas. Siempre pasa lo mismo: todas las generaciones pensamos que la siguiente no sabrá estar a la altura… y luego el mundo sigue.

Aún así, desde esta pequeña tribuna abogo por reservar espacios a la creatividad personal, al esfuerzo propio y a la producción de productos de conducta personales y únicos. Dejemos huella.

Hijos así, Padres sin pacto

planesParafraseando a Berta González de Vega en su artículo aparecido en El Mundo (Sopla terral) Padres así, hijos sin pacto (31/8/16) que con gran acierto pone las tildes sobre los adjetivos que realmente nos importan a las personas de a pie… Puedo añadir otro punto de vista que entiendo es complementario al suyo.

Una reciente obra de teatro infantil me sugería al oído que si los niños mandaran, en lugar de los adultos, mejores gobiernos tendríamos… no sé yo. Nuestros hijos no están siendo educados -por todos nosotros- en la tolerancia a la frustración, en el acuerdo entre diferentes, en el «me quito un poco de mí para poner un poco de ti y así salimos creciendo los dos, diferentes, pero crecidos», etc.

Observo una creciente intolerancia a la frustración presente en nuestras vidas, y en la educación que estamos dando a nuestros hijos. Y me preocupa. No nos gusta esperar, No nos gusta aburrirnos. No nos gusta fastidiarnos. No queremos demorar el placer. Tiene que ser ahora.

Deberíamos hacer todos y todas un esfuerzo por eliminar la banalidad y la fantasía del aquí y al ahora del placer inmediato, e ir sustituyéndolo poco a poco por la capacidad de soportar el malestar. Esto último sí que nos hace más fuertes.

Hagamos planes para nuestros hijos, pero no nos obsesionemos, y toleremos que aquellos vayan cambiando; sí.

Y no olvidemos ese refrán mejicano: «¿quieres hacer reír a Dios?, cuéntale tus planes» Muchos de los asuntos que planificamos, que fabricamos para evitarnos el malestar, son desordenados por nosotros mismos, nuestros semejantes, el destino,… quién sabe. Así que a ello…

 

Espejito espejito… ¿quién es la más guapa?

blancanieves

El Síndrome de Blancanieves hace referencia a la distorsión de la imagen que una persona tiene de sí misma con respecto a su juventud, belleza o características de esta etapa de la vida. La persona que lo padece siente envidia hacia otras personas más jóvenes que reúnen lo que esta considera “belleza”.

Betsy Cohen, una psicoterapeuta estadounidense, acuñó el término en uno de sus libros. Pese a que este trastorno no forma parte del DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), los psicólogos prestan cada vez más atención a sus síntomas.

Se da principalmente entre mujeres, que superan los 40 años. Pero no es exclusivo de ellas, también se dan muchos casos entre los hombres.

Algunas de las características son:

  • Ansiedad y depresión por  miedo a envejecer.
  • Distorsión de la imagen.
  • Baja autoestima.
  • Envidia y afán competitivo ante mujeres más jóvenes.
  • Obsesión por la salud y la belleza física, llegando a hacer uso abusivo de la cirugía estética.
  • Frecuentes flirteos con hombres (la mayoría más jóvenes) debido a la constante búsqueda de aprobación de su apariencia física.
  • Miedo a estar soltera y búsqueda de una nueva pareja tras la ruptura sentimental.
  • Envidia hacia las mujeres con éxito con los hombres.
  • Tristeza al recordar la juventud y las cualidades de esa edad que se creen ya perdidas.

Inflexibilidad del pensamiento. Cuando somos cabezotas

inflexibleParece que hay momentos en los que nos cuesta dar nuestro brazo a torcer o simplemente variar nuestra opinión. En ocasiones  la inflexibilidad del pensamiento se asocia con las personas mayores de 65 años, pero no siempre es así.

Existen psicopatologías que cursan con unas ideas fijas y rígidas como los trastornos del espectro autista TEA.

Pero en la población no clínica vemos que en ocasiones somos muy «cabezotas». ¿Por qué?

Probablemente miedo al cambio, miedo a lo desconocido. Sentimos inseguridad por el nuevo lugar mental al que nos dirigimos; y preferimos seguir en nuestra «vieja» posición conocida, aunque poco adaptada, es «la nuestra, la de siempre».

Ultimamente hemos visto en los medios de comunicación que mucha gente vuelve a estas posturas, por miedo a las aventuras…

Pongamos freno al acoso escolar

imagesHoy entrevista compartida en Qué.es con Silvia Álava. Cada vez que salta la noticia, nos llevamos las manos a la cabeza. ¿Recuerdas la época en la que llevar un pit bull por la calle era poco menos que llevar un kalasnikov? Algo falla. Algo estamos haciendo al revés. No puede ser que porque lo digan los medios, intentemos poner parches a todo correr… No puede ser que porque salten a la opinión pública noticias tan desgarradoras como la del niño que en Leganés se quitó la vida, hoy el consejo de Ministros esté proponiendo un teléfono para el menor acosado… Seamos serios. Apagar un fuego con una pistola de agua.

Deberíamos hacer un planteamiento integral, eficaz y efectivo para reducir el maltrato escolar; sobre todo en la vertiente que más incidencia se produce ahora: a través de las pantallas.

Existen multitud de evidencias de que programas preventivos e interventivos que reducen las agresiones y fomentan la convivencia. Dichos programas, técnicas, propuestas, métodos… deberían ser ecológicos (contextuales, propios, naturales, no descontextualizados), deberían incluir trabajo cooperativo, aprendizaje por proyectos, una menor jerarquía, mayor comunicación y participación entre toda la comunidad educativa, intervención en mediación, métodos dialogados alternativos de resolución de conflictos, programas de alumnos ayudantes, método Pikas, etc, etc, etc

En fin, como tantas cosas, sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena…

¿Qué nos mueve a ver un programa televisivo u otro?

realityAl encender la tele nos encontramos con una tendencia cada vez más pronunciada a revelar lo más íntimo del ser humano. Ahora, ya no bastan las telenovelas, series, documentales, se busca dar a conocer  y exponer lo más ínfimo del ser humano: el sufrimiento, la tristeza, el llanto, el dolor, el enfado, las locuras, los resentimientos… Muchos somos los que nos preguntamos el porqué de esa necesidad, esa necesidad de ver como otras personas exponen su intimidad por dinero.

Los reality shows muestran relaciones, sentimientos, comportamientos…causando un efecto espejo al identificarnos con ciertas reacciones, emociones o conductas de los protagonistas. Esto provoca conexión entre los telespectadores y el show, ya que todos “podríamos estar ahí” y nos hace conjeturar en cómo habríamos actuado en tal o cual situación. Otra de las causas es, consumir este tipo de programas cuando se carece de otras opciones más interesantes.

Existe también la necesidad humana de conectarse, de formar parte de la palabrería, de formar parte de un grupo, se produce el fenómeno de la inclusión. La audiencia, exige intuitivamente una programación con unos valores que se ajusten a ellos, modulados a su vez por lo que vemos. Además, una explicación psicológica es que estos programas apuntan a las satisfacciones más primitivas del ser humano, como el voyerismo.

Sabiendo cuales pueden ser los motivos de porque vemos estos programas, nos queda pendiente conocer cuál es el impacto que producen los reality shows.

Galicia, dos menores asesinadas: enfermedad mental grave vs. psicopatía

(Desde minuto 22´30″ hasta 25´30″)

Luis de la Herrán
Luis de la Herrán

«Un padre mata a sus dos hijas». Galicia, 31/7/15.

Noticias como la que hemos conocido recientemente nos estremecen y hace aparecer en nosotros sentimientos de venganza, asco, ira,…

No acabamos de entender cómo una persona puede llegar a hacer algo así. Todo es repugnante y muy sorprendente.

Desde la psicología clínica podemos poner nuestro granito de arena en ayudar a la sociedad a sobrellevar este tema, en estos duros momentos iniciales.

Debemos distinguir los problemas que se engloban bajo el término  «enfermedad mental grave», de comportamientos propios de un trastorno de personalidad antisocial o un psicópata.

La esquizofrenia, los trastornos del estado de ánimo,… son enfermedades mentales graves que necesitan ayuda, comprensión y una abordaje multidimensional para contener la sintomatología. Los trastornos de personalidad o el perfil de psicópata o siociópata son personas que son responsables de sus actos, que no tienen ninguna enfermedad mental que necesite de nuestra comprensión. Carecen de empatía. Lamentablemente en ocasiones lo confundimos, y mezclamos una cosa con la otra.

La incidencia de conductas violentas en población normal y clínica es exactamente igual.

Estoy más seguro en un hospital psiquiátrico que en la parte vieja de la ciudad a las cuatro de la madrugada.

 

YO TENÍA UN PERRO NEGRO

La metáfora del perro negro nos sirve para explicar la depresión. El trastorno depresivo es uno de los trastornos mentales con mayor frecuencia en nuestra sociedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a unos 121 millones de personas en el mundo.

Aunque de manera general cualquier persona puede hacerse una idea de lo que es presentar este tipo de patología, todavía bastante desconocimiento en torno a las enfermedades mentales.

La OMS publicó hace tiempo un video, bajo el título «Yo tenía un perro negro» que explica cómo se puede sentir una persona que sufre depresión, sus síntomas y la importancia de un tratamiento adecuado.

Desde el equipo del Centro Delta Psicología podemos ayudarte con la tristeza que sientes en el 944241960 en el mail info@centrodelta.com o o en la web.

¡Estoy muy cabreado!

venganzaLa emoción «ira» nos inunda, nos ciega, nos enfurece tanto que somos capaces de decir y hacer cosas de las que luego nos podemos arrepentir. Alguien dijo alguna vez que la ira y la tristeza son las dos caras de la misma moneda. Hay personas que ante las injusticias se hunden, se paralizan, se sienten chiquititas,… y otras que tras los motivos de enfado, la agresividad se hace patente y pobre del que se cruce en su camino.

La furia necesita de su tiempo para canalizarse; para resultar útil a la persona que la experimenta. En momentos de furia no deberíamos tomar ninguna decisión que nos pueda afectar a largo o medio plazo. La furia es útil para rebelarnos, para que no se nos tome el pelo, para alertarnos de que algo debemos decir y hacer para defender nuestros derechos. La línea es delgada cuando en lugar de defenderlos estamos agrediendo al vecino.

La ira es buena, es deseable, es una emoción más en nuestra paleta de colores de las emociones humanas. Pero no olvidemos que, a diferencia de los animales, nosotros podemos ser capaces de regularla a través de las estructuras prefrontales del córtex cerebral.

1971, Spaghetti western: «La venganza es un plato que se sirve frío», dirigida por Pasquale Squitieri