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Los deberes escolares

«A nosotros nos mandan muchos deberes», dice Andrea de 9 años, soplando y quejándose…

En la actualidad nuestros escolares trabajan en la escuela dirigidos por el maestro; y en casa dirigidos por los padres y madres. Es frecuente la queja de que tienen demasiadas tareas para hacer desde que salen del colegio hasta que se van a dormir. Además, las tareas extraescolares como el fútbol, el hockey, la guitarra, la pintura o el inglés, llenan esas horas.

«Se aprende mucho haciendo deberes» continúa Andrea. «a mi no me gustan nada», afirma Joaquín. «Pues a mi me los hace mi madre», asegura Paula con desparpajo.

En cualquier caso, debemos saber que no podemos copar a los niños y niñas con unas tareas excesivamente largas y costosas. Los niños deben aprender y deben divertirse. Y los padres deberíamos reservar un espacio para que disfrutemos de ellos.

Los profesores, más bien, el sistema educativo y los responsables educativos de los colegios, deben moderar la cantidad de las tareas; y no utilizarlas nunca como castigo; como situación aversiva para que aprendan. Nadie aprende sólo por el castigo; sino que se consigue evitar la situación castigada. Para conseguir que un aluno aprenda, debemos reforzarla, animarle, premiarle y disfrutar con él. El refuerzo natural es nuestro gran aliado.

La hiperactividad (TDA-H)

El trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDA-H) en sus tres subtipos (predominantemente desatento, predominantemente hiperactivo-impulsivo y de tipo combinado) es de los problames psicológicos más frecuentes en la población infantil. Aparece en el 5% y posee un componente hereditario, que lo hace más fácilmente identificable. Se da en 9 niños por cada niña. La probabilidad de tener el trastorno si uno de los padres lo tiene ronda el 30%; si uno de tus hermanos lo padece sube cerca del 50%, y si es tu gemelo (monocigótico) el que lo padece, la probabilidad de que lo tengas tú es de más del 80%.

Hoy en día no existen pruebas «médico-biológicas» fiables y determinantes que diagnostiquen este trastorno; por lo que su identificación se basa en pruebas psicométricas (test psicológicos) y entrevistas a familiares y a profesores realizadas por un profesional sanitario (psicólogo o médico).

No existe una solución a este problema; sino una correcta identificación, una adaptación del entorno familiar y escolar a las características de la persona, y un entrenamento en los déficits y en el control de los excesos presentados por estas personas.

Ya en 2001 la Sociedad Española para la promoción de la Psicología Clínica y de la Salud SEPCyS destacaba que que el tratamiento que ha venido siendo más eficaz para abordar este trastorno es el entrenamiento a padres, madres y profesores sobre cómo abordar a estos chavales.

Un buen diagnóstico, una buena adaptación en metodología académica y un correcto estilo educativo parental, hacen que estas personas puedan desarrollar su vida con todo su potencial y sin especiales barreras.

El ciclo de la vida: todo evoluciona.

En tiempos remotos se entendía la adolescencia como «la falta de» madurez, de adultez, o la ausencia del perfil de adulto que aún estaba por venir. De ahí el origen etomológico de la palabra: adolecer, carecer de.

Ahora sabemos que no existe una etapa en la vida en la que se «tenga todo»; y por tanto otra en la que «falta algo». Cada momento vital es diferente del siguiente y del anterior. La vida son ciclos, episodios personales que vamos llenando de vivencias, recuerdos, experiencias; y a los que llegamos con unas capacidades y unas habilidades determinadas. Estas habilidades y estas capacidades irán evolucionando, cambiando con el paso del tiempo y con nuestra propia actitud. Más las habilidades que las capacidades.

En la niñez aprendemos una ingente cantidad de items, quizá más que en otros momentos, pero nunca llega un momento en el que decimos: «ya hemos aprendido todo». La edad adulta no es homogénea, las personas mayores no pertenecen a una categoría idéntica entre sí. Y los niños no son todos iguales.

Pretender llegar a metas; en vez de recorrer caminos suele ser un sistema de vida que conduce a la infelicidad; o al menos a no conseguir la felicidad de manera plena.

Nos encontramos con la vida; sin haberla pedido, y nos surge enseguida el reto de vivirla. No nacemos con libro de instrucciones; no existe ningún manual para seguir y así poder evitar errores, fomentar aciertos,… La experiencia nos hace más sabios, y de ella siempre aprendemos y sacamos una lección; aunque en ocasiones nos cuesta verla. Los momentos duros que nos marcan emocionalmente debemos digerirlos con cuidado. No debemos exigirnos evitar las emociones dañinas que nuestro cuerpo experimenta; sino que debemos dejarlas estar; convivir con ellas y más adelante, en su momento, poder modificarlas con nuevas experiencias y nuevos planteamientos vitales; nuevas perspectivas…

Los juguetes en navidad

Jugar y los juguetes. Dos caras de la misma moneda: la diversión y el desarrollo de los valores en los niños y niñas.

En ocasiones pensamos que el juguete más caro, el que «hace más cosas» puede ser el que más aporte a nuestro hijo o a nuestra sobrina. A veces pensamos que la diversión debe ser máxima con sólo apretar un botón. En otros momentos queremos que el placer llegue a raudales, al abrir el envoltorio y ver el contenido. Pero nos equivocamos.

Para que un juguete pueda producir esos sentimentos y emociones en un niño, debe ser atractivo para él, sí; pero debe favorecer un juego activo; una interactuación proactiva del niño o de la niña. El juguete debe provocar al niño a que él aporte su creatividad, paciencia, destreza, habilidad, sociabilidad,…

Lo juguetes pasivos, que únicamente requieren ser contemplados, no aportan más que sensaciones de sorpresa o admiración; pero no ayudan a poner en marcha a los niños, a sacar lo mejor de ellos mismos.

Los juguetes activos, piden al niño que juega una respuesta, una actitud, un control, una hablidad,… y favorecen su desarrollo.

Por último, debemos saber que el mejor juguete ya está comprado, y no se vende en la tiendas: los adultos que educamos a los niños y nuestro tiempo.

Los castigos

Algunos hacen de ellos su estandarte educativo, a otros, sólo de pensarlo, les tiembla la mano, otros les atribuyen propiedades traumatizantes y otros usan más su amenaza que su presencia real.

Los castigos no educan a los niños; sino que les limitan determinados comportamientos; siempre y cuando dichos castigos cumplan unas características esenciales. A saber:

FIRMES: Si un padre o una madre dice que si Pepe sigue molestando a María le va a dejar sin cenar; si la condición se da; Pepe debe ir a la cama sin cenar. Perro ladrador poco mordedor… si ladramos… mordamos, de lo contrario, mejor no ladrar.

CORTOS: El evento negativo o la ausencia del evento positivo debe durar poco tiempo. Para saber si es corto o largo, debemos comparar con la costumbre y los hábitos del niño o la niña en cuestión. En cualquier caso nunca superiores a una semana.

INTENSO: Debe doler, debe fastidiar, debe incomodar, debe ser desagradable; pues de lo contrario se convierte en una amenaza al viento.

INMEDIATO: Debe seguir a la conducta castigada; debe ser inmediatamente posterior a lo que queremos que desaparezca.

PROPORCIONAL: Debe haber una relación entre lo que ha hecho el niño y lo que le imponemos de castigo. No vale dejarle sin Reyes Magos por tirar la comida por el suelo; ni castigarle  cinco minutos «a pensar» en su cuarto por destrozar por séptima vez los dibujos de su hermana.

COHERENTE: En nosotros está la uniformidad en el tiempo. A mismos hechos, iguales castigos; no debe depender de nuestro estado de ánimo.

CON FECHA DE CADUCIDAD: Debe terminar, y debe olvidarse, debemos aparcarlo en el tiempo, no recordar los castigos. Y antes de ponerlo, el niño o la niña deben saber cuándo acabarán. Es mejor muchos cortos, que uno largo.

ESPORÁDICO: Debe aparecer de vez en cuando, no puede ser cuna constante en la vida del niño. No debemos castigar, por poner un límite, más de dos veces al día a niños de entre 4 y 9 años. Si sobrepasamos ese límite, deberemos replantearnos la estrategia educativa en general y disponer de otros recursos más efectivos.

SIN ENFADARSE: El castigo es una consecuencia a una conducta negativa y pide un control emocional y un freno al castigado. No podemos ser incoherentes y actuar de su misma manera. No podemos castigar chillando y sin hablar al niño durante una tarde entera cuando la conducta castigada es que el niño se ha enfadado y ha ignorado a su hermanita.

DISTINGUIR CONDUCTAS DE PERSONAS: No castigamos personas, sino comportamientos; por eso no está de más decir: «Pepe, eres un buen niño, te quiero mucho, pero esta noche te quedarás sin cenar por tirar toda el agua por el suelo mientras te bañabas».

Y recordar que… los castigos NO ENSEÑAN, no educan, no hacen que los niños se comportan mejor; eso es el papel de los REFUERZOS. Los castigos es el tercer recurso educativo tras premiar e ignorar.

¿Quién dijo que era fácil?

¿Qué puedo hacer con mi alumno TDA-H?

RESUMEN DE RECOMENDACIONES PARA PROFESORES DE NIÑOS CON TDA-H

 Tomado de Gargallo López.B (2005): Niños hiperactivos (TDA-H) Causas. Identificación. Tratamiento. Una guía para educadores, Barcelona: Ediciones CEAC Educación especial.

Dar instrucciones claras y concisas

No pretender cambiar todas las malas conductas al mismo tiempo

Los premios y las consecuencias deben aplicarse con rapidez e inmediatez

Siempre es preferible utilizar premios a usar castigos

Por cada conducta que se quiera cambiar, hay que utilizar el mayor número posible de medios

Tratar de evitar situaciones que el niño con TDA-H no puede controlar

Es preferible no prestar atención a las conductas inapropiadas y reforzar las contrarias

La anticipación es fundamental

Tenga una perspectiva de discapacidad

Estructurar lo más posible las clases: máxima rutina

Supervisión diaria de sus trabajos y actividades

Hablar calmadamente (si nos alteramos, enseguida “se activan”)

Poner límites claros avisando con antelación

Dar advertencias y un margen de tiempo

Tener gestos cómplices que le informen de su conducta

Dar refuerzo frecuente

Utilizar la recompensa más que el castigo

Favorecer un clima entre profesor y alumno agradable (Dedicar un pequeño tiempo a hablar distendidamente en privado de sus cosas)

No “va a por nosotros”. No nos tomemos su conducta como algo personal: Es un/a buen/a chico/a, pero se comporta incorrectamente.

Mi hija adolescente no come bien… ¿qué hago?

LA MESA: MOMENTO DE ENCUENTRO. A pesar de que el ritmo de vida actual puede complicar o incluso imposibilitar el que todos los miembros de la familia se sienten juntos a comer y/o cenar, es de vital importancia que las ocasiones en las que es posible, aprovechemos estar alrededor de la mesa para hablar con nuestros hijos, hacerles partícipes de los problemas, novedades, acontecimientos, preocupaciones… familiares, invitando a que ellos puedan hacer lo mismo. De sobra es sabida la independencia que los jóvenes adolescentes muestran hacia sus padres (con la inestimable ayuda de Internet, Messenger, I-Pod, MP3 y demás); de manera que hacer de las comidas algo más que la ingesta de alimentos, es fundamental para conocer y comprender a nuestros hijos.

5 COMIDAS AL DÍA. Deben ser: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. La Tasa Metabólica Basal (TMB), que se define como la energía necesaria para mantener en funcionamiento los diferentes sistemas y órganos del cuerpo en reposo, aumenta durante pubertad y adolescencia, debido al crecimiento del tejido corporal magro (huesos, músculos y órganos), el cual consume una cantidad importante de calorías.

¡NO SIN MI DESAYUNO! Un desayuno bien planificado asegura el aporte de nutrientes para afrontar el día con energía y no tener déficits de glucosa que repercuten negativamente en el rendimiento físico y escolar. No olvidemos que el organismo lleva entre 8 y 10 horas sin recibir ningún alimento, por eso su nombre: DES-AYUNO.

DIETAS Y DIETAS “PELIGRO”. El objetivo final es enseñar y demostrar con nuestro propio comportamiento que el acto de comer, además de vital es un momento agradable, de reunión, por encima de cualquier requerimiento estético… ¡¡no hagamos que nuestros hijos aprendan modelos equivocados!! Aprendemos de lo que vemos, así pues, démosles ejemplo.

Por Itsasne Iturrioz Campos, Psicóloga. Master en Modificación de Conducta.

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