Parece que hay momentos en los que nos cuesta dar nuestro brazo a torcer o simplemente variar nuestra opinión. En ocasiones la inflexibilidad del pensamiento se asocia con las personas mayores de 65 años, pero no siempre es así.
Existen psicopatologías que cursan con unas ideas fijas y rígidas como los trastornos del espectro autista TEA.
Pero en la población no clínica vemos que en ocasiones somos muy «cabezotas». ¿Por qué?
Probablemente miedo al cambio, miedo a lo desconocido. Sentimos inseguridad por el nuevo lugar mental al que nos dirigimos; y preferimos seguir en nuestra «vieja» posición conocida, aunque poco adaptada, es «la nuestra, la de siempre».
Ultimamente hemos visto en los medios de comunicación que mucha gente vuelve a estas posturas, por miedo a las aventuras…
Algunas noticias que nos impactan y nos marcan, las gestionamos improvisadamente… como podemos. Si de repente ha fallecido alguien cercano, o una persona que conocemos se queda sin trabajo de la noche a la mañana, o una amiga pierde al bebé que estaba esperando… nos podemos quedar bloqueados, fríos, sin saber qué decir.
Sentimos miedo. El miedo paraliza, probablemente por su origen evolutivo que permitía a nuestros antepasados pasar desapercibidos mientras el león pasaba de largo.
Cuando sentimos miedo por ese acontecimiento terrible que nos pilla de sorpresa, debemos reaccionar inmediatamente pero sólo diciéndonos esta frase: Estoy impactado. No estoy en condiciones de reaccionar razonablemente. Mi manera de ayudar es acompañar y escuchar más que hablar. No recomendaré nada, y estaré muy atento.
En esos primeros momentos debemos ser cautos, y observar, acompañar y no tomar ninguna decisión que pueda ser definitiva y de la que luego nos podamos arrepentir.
Como en el audio que podemos escuchar en el programa de radio Maneras de vivir, con Kike Alonso en Onda Vasca, podemos optar por discutir con otra persona ajena al acontecimiento potencialmente traumático, o podemos optar por unirnos más a nuestros seres queridos.
El domingo 20 de marzo es el Día de la Felicidad, así, con mayúsculas. Y para conmemorarlo vamos a explicar cuál es la receta para conseguir la felicidad.
INGREDIENTES:
– 500 gr de Experiencias vitales críticas, es decir, potencialmente negativas (¡Pues sí que empezamos bien…!)
– 500 gr de Experiencias vitales reconfortantes, potencialmente positivas (¡Ah, vale, ya pensaba que se habían equivocado…!)
– 1 Kg de sentido de la vida, a poder ser en grano. (¡¿sentido de qué?!)
– Una cucharada sopera de placer físico, reconfortante en el cuerpo, directamente. Se echa sin miramientos a la vida para darle sabor. (Mmmm eso me gusta)
– Un ramillete de experiencias fluidas, a poder ser que cuesten esfuerzo y cansancio, pero que le hagan sentir útil, con poder, con sensación de trabajo bien realizado y que le hagan perder el sentido del tiempo (vaya, eso cuesta esfuerzo…)
– Unas hojas de pertenencia a algo superior a usted. Debes echar, cuando esté todo hirviendo, la sensación de que es parte de algo a lo que pertenece. Puede ser un grupo social de referencia, una percepción de algo más allá de lo mundano. Condimentar al gusto. (Pues esto va a ser más difícil de hacer, tengo que ver cómo me sitúo yo en el mundo…).
PREPARACIÓN:
Se mezclan las experiencias positivas con las negativas. Se revuelve todo bien hasta que esté a punto de nieve. Se deja reposar media hora, el tiempo justo para decidir si nos centramos más en las positivas o en las negativas.
Si no tuviéramos a mano experiencias positivas, algo pasa en el supermercado de abajo de casa… No puede ser. Estaremos utilizando las gafas inadecuadas para ver en las estanterías de ese maldito supermercado… Colóquese otras gafas, las del optimismo, y comience a ver que probablemente algunos productos que considera negativos, no lo sean tanto, y le hayan ayudado a valorar mejor la vida, ¡caramba!
Si lo que no encuentra en el supermercado son experiencias negativas, vuelva a casa y enciérrese en el lavabo. Mírese al espejo. Usted es cada vez más viejo y la muerte está más cerca. Si con esto no desespera, padece usted un síndrome aún no aceptado por la comunidad científica internacional, y que poca gente padece: «desconexión ilusa de la realidad». Así no puede usted vivir. Debe aceptar que en la vida siempre hay cosas buenas y malas. Su príncipe azul acabará destiñendo. No se deprima, es normal. A la tercera vez que lo lave quedará con un color azul cielo combinable con el resto de su fondo de armario. Ideal.
Cuando haya recopilado igual cantidad de experiencias buenas y malas, mezcle todo bien de nuevo con esfuerzo (¡Y dale con el esfuerzo…!). Es importante que aprenda de las experiencias negativas, porque incluso ésas le harán ver que la vida merece la pena vivirla, y le ensenarán el SENTIDO que debe escoger para vivirla. Debe buscar incansablemente por las tiendas cercanas a su casa, y a poder ser también por los hospitales, PARA QUÉ está usted en esta vida: si puesto por el ayuntamiento o para algún fin que le motive. En el segundo caso, récelo tres veces, como Bitelchús y siga con la receta. En caso contrario, espere hasta que encuentre el sentido a su vida. Puede llevarle años, pero merece la pena. No se preocupe por la caducidad de los ingredientes mientras espera frente al horno abierto: no caducan.
Añada, unas gotas de sudor y lágrimas producidas por las experiencias que le hacen a usted fluir y que le recuerdo que le hicieron sudar: cansan. Si no tuviera, siempre puede echar un anca de rana, de las que habitualmente tenemos en la cocina; le da el mismo sabor.
Por último, meta todo al horno durante 5 ó 6 años, hasta que se de cuenta que la felicidad de aprende, no se siente o hasta que esté dorado.
Una vez pasado ese tiempo, nunca antes, decórelo con la sensación de pertenencia a algo superior a usted. Debe espolvorearlo con delicadeza, pues este tipo de experiencias son muy volátiles y no se venden en supermercados, ha de fabricarlas usted mismo o encontrarlas observando a los demás.
PRESENTACIÓN:
Por último y no menos importante, preséntelo en una mesa grande con las personas a las que quiere y las que le quieran. El resto no es que no esté invitada, es que nunca se enteró de que estaba cocinando su propia felicidad. Evite invitar a gilipollas esféricos, son tontos se miren por donde se miren y hacen que el pastel no suba.
¡Disfrute!
El domingo día 20 de marzo de 2016 nos encontrarás en la contaportada del diario DEIA hablando de la Felicidad, pero más en serio… Je je je…
PD. DESDE EL CENTRO DELTA PSICOLOGÍA QUEREMOS PONER UNA NOTA DE HUMOR A ESTE DÍA, PORQUE LA RISA, AUNQUE NO VAYA EL LA RECETA, DEBE ESTAR SIEMPRE PRESENTE EN EL COCINERO
Hoy entrevista compartida en Qué.es con Silvia Álava. Cada vez que salta la noticia, nos llevamos las manos a la cabeza. ¿Recuerdas la época en la que llevar un pit bull por la calle era poco menos que llevar un kalasnikov? Algo falla. Algo estamos haciendo al revés. No puede ser que porque lo digan los medios, intentemos poner parches a todo correr… No puede ser que porque salten a la opinión pública noticias tan desgarradoras como la del niño que en Leganés se quitó la vida, hoy el consejo de Ministros esté proponiendo un teléfono para el menor acosado… Seamos serios. Apagar un fuego con una pistola de agua.
Deberíamos hacer un planteamiento integral, eficaz y efectivo para reducir el maltrato escolar; sobre todo en la vertiente que más incidencia se produce ahora: a través de las pantallas.
Existen multitud de evidencias de que programas preventivos e interventivos que reducen las agresiones y fomentan la convivencia. Dichos programas, técnicas, propuestas, métodos… deberían ser ecológicos (contextuales, propios, naturales, no descontextualizados), deberían incluir trabajo cooperativo, aprendizaje por proyectos, una menor jerarquía, mayor comunicación y participación entre toda la comunidad educativa, intervención en mediación, métodos dialogados alternativos de resolución de conflictos, programas de alumnos ayudantes, método Pikas, etc, etc, etc
En fin, como tantas cosas, sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena…
Presentamos un caso clínico con interés científico, ya que en él se daban algunas de las problemáticas más habitualmente consultadas en psicoterapia, y pudimos contrastar las técnicas que más eficacia vienen demostrando.
Al encender la tele nos encontramos con una tendencia cada vez más pronunciada a revelar lo más íntimo del ser humano. Ahora, ya no bastan las telenovelas, series, documentales, se busca dar a conocer y exponer lo más ínfimo del ser humano: el sufrimiento, la tristeza, el llanto, el dolor, el enfado, las locuras, los resentimientos… Muchos somos los que nos preguntamos el porqué de esa necesidad, esa necesidad de ver como otras personas exponen su intimidad por dinero.
Los reality shows muestran relaciones, sentimientos, comportamientos…causando un efecto espejo al identificarnos con ciertas reacciones, emociones o conductas de los protagonistas. Esto provoca conexión entre los telespectadores y el show, ya que todos “podríamos estar ahí” y nos hace conjeturar en cómo habríamos actuado en tal o cual situación. Otra de las causas es, consumir este tipo de programas cuando se carece de otras opciones más interesantes.
Existe también la necesidad humana de conectarse, de formar parte de la palabrería, de formar parte de un grupo, se produce el fenómeno de la inclusión. La audiencia, exige intuitivamente una programación con unos valores que se ajusten a ellos, modulados a su vez por lo que vemos. Además, una explicación psicológica es que estos programas apuntan a las satisfacciones más primitivas del ser humano, como el voyerismo.
Sabiendo cuales pueden ser los motivos de porque vemos estos programas, nos queda pendiente conocer cuál es el impacto que producen los reality shows.
Nos presentamos a un concurso de presentaciones en PREZI. Concursamos con una presentación de una charla a familias sobre cómo podemos controlar la ira, el enfado, tanto en nosotros mismos como en nuestros hijos/as.
Esta presentación ya ha tenido más de 300 visitas…
…y de paso echa un vistazo… a ver si te podemos aportar alguna idea que rebaje la tensión familiar en esos momentos tan… tan… cómo diría yo… ¡tan cansados!
(…) Los datos de una investigación, realizada en 2009 por el Instituto Zengar y supervisada por la Universidad de Victoria en Canadá, demuestran una mejora del 88% en niños entrenados con Neurofeedback, frente al 44% que ofrece el Ritalin. O con respecto al trastorno obsesivo compulsivo también se ha demostrado una mejoría del 39,2% con Neurofeedback, frente al 19% que ofrece el consumo de Prozac. “Todavía es una técnica muy novedosa en nuestro país, que cada vez tiene más adeptos por sus increíbles beneficios. Estoy segura que este tipo de entrenamiento en gimnasios cerebrales, estarán de moda en unos años, como los gimnasios para entrenar el cuerpo”, concluye Marta Romo.
La revista Psychological Science ha publicado un estudio donde afirma que las personas que hacen buenas amistades y las conservan durante la adolescencia suelen poseer una mejor salud cuando se acercan a los treinta que quienes no lo hacen.
El estudio realizado por, un equipo de psicólogos de las universidades de Virginia y Utah, en EE. UU., ha estudiado durante 14 años la evolución personal y el historial clínico de 171 personas. Estudiaron las relaciones de adolescentes desde los 13 a los 17 años, y pusieron especial atención en la comunicación, grado de confianza y conexión emocional que mantenían con sus mejores amigos. Una década más tarde, los científicos analizaron las posibles dolencias, hospitalizaciones y cuadros de ansiedad y depresión que esas mismas personas presentaban entre los 25 y los 27 años.
Así, determinaron que quienes habían mostrado una mayor “conectividad” con sus amigos se encontraban más sanos, incluso cuando se tenían en cuenta otras variables, como los ingresos, el índice de masa corporal o el consumo de drogas.
En opinión de estos expertos, la relación se encuentra en que las buenas relaciones forjadas durante la adolescencia contribuyen a reducir los niveles de ansiedad y los síntomas depresivos incluso años después
Artículo de EL CORREO, de fecha 31/8/2015 en el que damos algunas pistas sobre cómo volver a la rutina laboral con una pizca de felicidad.
94 424 19 60 / Psicólogos en Bilbao.
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