Esta entrada es más larga de lo habitual.
Hablemos de sexo. Así se titulaba aquel programa de la Dra. Elena Ochoa que quizá irrumpió en nuestras vidas hace ya tiempo. Escuchar a esta psicóloga y a sus invitados puede que nos permitiera cierta licencia para sacar «el tema» con los hijos… ¿Pudimos borrar algunos mitos y prejuicios sobre las relaciones sexuales y afectivas entre las personas?
¿Cómo enfocamos el tema con los hijos e hijas?: naturalidad. Es lo que se pide a gritos desde las consultas de los profesionales sanitarios; sean éstos médicos o psicólogos. Naturalidad es lo que voy a intentar proponer en este espacio que amablemente me brindan mis compañeros del colegio.
Antes de entrar en harina, recordemos la frase con la que nuestros hijos nos miran: «no me hables, déjame ver…» Aprenderán, no por lo que les decimos, sino por lo que nos ven hacer. Hablemos menos y hagamos más.
De manera concreta mi intención es doble: por un lado reflejar muy someramente en unas líneas los hitos principales del desarrollo de la afectividad en los niños y niñas hasta los doce años, y por otro poder exponer el abordaje más efectivo desde la familia ante conductas que, aún todavía, nos siguen sorprendiendo.
Las horquillas de edad son orientativas, y cada niño y niña tiene su propio momento de desarrollo.
Desde el nacimiento hasta los dos años la afectividad de los bebés se concreta en su risa, sus caricias, sus «besos mojados», la expresión de su desnudez y tocamientos propios y ajenos. Sabemos que en esta etapa sienten curiosidad, buscan la satisfacción física, el placer, la atención de los demás y sentirse protegidos, queridos. Estas suelen ser los motivos por los que se expresan afectivamente.
Desde los dos a los seis años la cosa se complica un poco. Los niños pueden expresar su afecto y sexualidad mediante tocamientos propios y ajenos, pueden explorar su cuerpo y encontrar placer en ello (masturbación). Si algo es placentero, tenderán a repetirlo; por lo que es conveniente circunscribir las actividades de darse placer a uno mismo a un contexto determinado: la intimidad.
Es una época en la que ellos y ellas copian gestos y conductas afectivas, como dar besos en la boca, dar abrazos, y pueden canalizar estas expresiones mediante juego simbólico con sus muñecos (por ejemplo, desnudan a los muñecos, les bañan, les hacen darse besos,…). Lo que ven, lo copiarán. ¡Cuidado con lo que ven!
¿Qué buscan entonces de los dos a los seis años?, lo más probable es que persigan el placer físico inmediato y durante un corto periodo de tiempo. También quieren satisfacer su curiosidad, la atención de sus adultos y otros dos escenarios que hasta ahora no aparecían: buscar su identidad y la pertenencia al grupo.
En estas edades ya se identifican claramente con los «chicos» o con las «chicas» y con todo el repertorio simbólico que habitualmente cada grupo conlleva. En este punto deberemos ser muy cuidadosos si queremos ofrecer una educación no sexista. Es en esta fase cuando se va forjando la identidad sexual. Dar por hecho que «el balón» es para los chicos y «la muñeca» para ellas es un error de bulto.
Existen conductas que pueden llamarnos la atención como tocar compulsivamente partes del cuerpo de los padres (el pecho de la madre o el pene del padre, por ejemplo). En estos casos, debemos mostrarnos comprensivos, pero limitar estos tocamientos, pues invaden «nuestra intimidad»; cosa que deben empezar a aprender ellos desde estos momentos: a proteger la suya.
Finalmente, desde los seis a los doce años suele entenderse como una etapa de «tranquilidad sexual», en la que no existen grandes «explosiones» de comportamientos afectivo-sexuales que puedan llamarnos poderosamente la atención. El «despertar» vendrá a partir de los doce.
Aún así, es posible que nos encontremos con expresiones de afecto y sexualidad tales como la masturbación de nuevo, preguntas más directas sobre anatomía y relaciones de pareja, etc. En ocasiones hay un escaso interés por las personas objeto de su deseo sexual.
Pueden existir conductas de hetero-exploración, pero suelen ser sin la «carga sexual adulta» que tendrían en una persona mayor de edad. En estas edades es muy importante que se afiance el referido concepto de intimidad; ya que eso puede protegerles de futuras situaciones invasivas. La enseñanza de la asertividad es básica en esta etapa.
Lo que buscan niños y niñas de los seis a los doce sigue siendo satisfacer curiosidades, encontrar el placer físico, la atención social, el reforzamiento de su identidad y la inclusión en un grupo de iguales del que se sienta parte importante.
Ante todas estas expresiones de afecto y sexualidad, los padres podemos elegir entre tres tipos de respuestas: la alarma, la negación o la naturalidad.
¿Quién te ha enseñado a decir eso?, no es propio de tu edad…
Pregúntale a tu madre, ahora me pillas ocupado…
Cuando el pene se pone duro se llama erección, y es normal y luego se pasa
Son tres maneras totalmente diferentes de encarar la pregunta de un niño de 5 años: ¿por qué la colita de Juanito se levanta cuando le cambiáis el pañal?
De nosotros depende aportar una respuesta educativa o no. Hay adultos que evitan enfrentarse a dicha encrucijada, otros tiran balones fuera, y otros, sencillamente, contestan lo que saben, adaptado al que pregunta, y dando información. Examinemos cuál es nuestra actitud; pero no bastaría con que nosotros mismos lo reflexionemos. Si tenemos pareja, preguntémosle a ella a ver qué opina de nosotros. Será una información muy interesante…