¿Qué sentimos cuando nos enamoramos?, ¿qué especie de sensación placentera recorre nuestro cuerpo?, ¿qué pensamientos monotemáticos ocupan nuestras cabezas?, ¿qué acciones, en ocasiones inconscientes, ocupan nuestro tiempo?
El estado de enamoramiento incluye, desde el punto de vista fisiológico, un cambio importante del que se ocupan los fisiólogos; pero desde le punto de vista emocional es la manera que tenemos las personas de comenzar una relación de pareja, con más ingredientes de pasión que de razón.
Puede parecer que esta fase en la relación de pareja pertenece exclusivamente a los adolescentes, que guiados por su baile de hormonas, se dejan llevar por fascinaciones futiles y temporales que caducan en menos de una semana,… o no. No hay edad para el enamoramiento. No hay edad para el amor.
La psicología cognitivo-conductual nos ayuda a entender el para qué de este enamoramiento: tenemos experiencias emocionalmente intensas con el ser amado; vivimos momentos de pasión, embriaguez e incluso falta de apetito con esa persona tan especial. Esa persona está siendo «grabada» en nuestras emociones, estamos aprediendo a experimentar ese amor junto a ella y sólo con ella. Aprendemos a sentirnos así de bien sólo en su presencia. Nos condicionamos, en última instancia, de manera similar a la que lo hizo el tan famoso perro de Pavlov: condicionamiento clásico: por las emociones.
Tras esta fase llegan las «fases más duras» (y a la vez más gratificantes a largo plazo) en la que se pone a prueba a la pareja enamorada: la convivencia, el cansancio, al aburrimiento, la unicidad de cada uno, la rutina,… y en todo esto el enamoramiento ha servido para dar alas estas posteriores fases: nos posibilita crear algo realmente enriquecedor para ambos, crecer como personas indicivuales y como pareja: ser tres en la relación.