Esta duda asalta a padres y madres cuando un psicólogo de un colegio, por ejemplo, realiza una valoración psicométrica de las capacidades intelectuales de un niño o niña y se encuentra que supera al 98% de su grupo normativo.
¿Qué hacer entonces? Son muchos los interrogantes y dudas, pero ante todo, debemos pensar que sigue siendo el mismo niño que hace un mes; antes de la valoración y el «dichoso» numerito».
Una alta capacidad en un área determinada, como el razonamiento lógico-matemático, la comprensión verbal o la memoria de trabajo, no es ni bueno ni malo; sino que capacita para una serie de destrezas; y correctamente utilizada, puede ser una buena compañera de viaje.
Muchos alumnos y alumnas con capacidades altas se quedan el el camino (académicamente hablando) porque desde as escuelas y las familias no han sido capaces de articular un enriquecimiento curricular, una promoción de curso, un paquete de actividades «extra» que le interesan al niño en cuestión,…
Y la otra gran preocupación de las familias es el «etiquetaje». Pensar que van a señalarle con el dedo por ser «el rarito» de clase. Las etiquetas sirven para clasificar; pero no para integrar. Las clasificaciones sirven para entender y prever, pero no para solucionar nada. Hemos de enfocar las dificultades y los retos que presenta cada niño en concreto y darles respuesta. cada alumno es diferente del vecino; sin tener un CI de 130. No existen dos personas iguales, por mucho que nos empeñemos, por «economía psicológica», en simplificar y en el reduccionismo de que hay 15 alumnos en clase «normales», 5 que no llegan y otros 5 que son muy inteligentes. No es así: hay 25 diferentes, si los analizamos en detalle; que deberíamos; por bien de la integración de todos y todas.
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