Archivo de la etiqueta: autoestima

Cuando digo «no» me siento culpable…

no-1Negarnos a una petición de los demás es casi un arte; negarse sin molestar, no ceder ante presiones que consideras excesivas, sonreír ante las propuestas inaceptables… Eso es decir que «no».

Pero, ¿qué pasa cuando nos cuesta negarnos a una petición?, ¿qué pasa dentro de nosotros cuando no podemos negarnos a algo y finalmente lo acabamos haciendo?, ¿cómo nos sentimos inmediatamente cuando la respuesta que nos da nuestro «razonamiento» es «no», pero nuestra boca dice «sí». En ese instante, es posible que haya deseos de agradar, de no ser juzgado, de conservar la imagen de no desagradar al vecino,… todos ellas, ideas muy loables, pero que en el fondo hace que evitemos el «enfrentamiento», o el momento «molesto en el que decimos: «no, no me gustaría acompañarte aunque tenga tiempo».

En ese instante en el que nos comportamos de manera asertiva, y decimos lo que pensamos sin perjudicar al interlocutor, podemos elegir entre dar explicaciones para nuestra negativa, o simplemente negarnos.

Justificarnos, explicarnos, dar razones, «que nos entiendan» cuando decimos un «no»… no son más que excusas para no afrontar frente a los demás el hecho de que hemos decidido no hacer aquello o no ayudar en eso otro.

Por lo general no estamos muy acostumbrados a poner como única explicación nuestros deseos, nuestro criterio y nuestra decisión: aspectos estos inapelables e irrebatibles.

Cuando decimos que «no podré cuidarte a los niños esta sábado» y el motivo es que no me apetece, creo que no es lo adecuado, no me siento cómodo haciéndolo, creo que puedes pedírselo a otras personas, etc. Nuestra respuesta debería ir sustentada en nuestra decisión, no en la excusa de que ese sábado, justamente, «es el partido de fútbol de mi hijo el mayor…» Porque de hacerlo así, nos volverán a pedir el favor para a semana que viene. Y la encrucijada se repetirá siete días después…

 

«Joven agredida por un adolescente…»

niñoagredido

Entrevista radio. Agresiones entre jóvenes. Radio Popular. enero 2013 (desde minuto 6)

Recientemente ha saltado a los medios noticias como ésta, o parecidas. ¿A caso los adolescentes de hoy en día tienden a agredir más que antes? ¿Qué pasa por la cabeza de un adolescente de 14 años cuando realiza comentarios obscenos e intentos de violación de la intimidad de otra chica de 13 en plena calle? Mejor dicho… ¿qué no le pasa por la cabeza…? Esta sería una pregunta más adecuada.

La respuesta, cómo no, es multicausal. No podemos delimitar una única causa de dicho comportamiento. Intentando ser muy escuetos, diré que existen:

  1. factores personales: hay altas probabilidades de que ese chico haya sido a su vez víctima de agresiones, que padezca trastornos emocionales y del comportamiento, posea niveles de estrés personales elevados y que su empatía sea deficitaria,
  2. factores contextuales: el grupo de iguales presiona, la sensación de control en el momento, de superioridad, el ir con tóxicos en el cuerpo esa tarde,…
  3. factores educacionales: la ausencia de valores como la demora del refuerzo, el respeto por los derechos humanos, la «ley del silencio», los valores cooperativos, la riqueza de la variedad e integración social,… ¿qué tipo de valores recibe ese adolescente en su escuela y en su casa?

Por todo ello, debemos plantearnos realizar una intervención multidireccional: hacia esos tres «lugares» donde encontramos una necesidad de aprendizaje.

La atención a las víctimas de dichas agresiones y a los espectadores, merecen otra entrada aparte en este blog de psicología.

Volver con salud. Saber escuchar a nuestras personas cercanas.

Fechas de retorno para muchos a sus trabajos, estudios y quehaceres cotidianos. ¿Cómo hacerlo con salud?, ¿cómo podemos retornar manteniendo a salvo nuestro bienestar emocional y el de los quien nos rodea?

Basta con empezar siendo conscientes de nuestras limitaciones, nuestros gustos, preferencias y, cómo no, obligaciones. Para lograrlo podemos paranos a reflexionar, anotar en un papel palabras que nos indiquen estos extremos y que nos dejemos interpelar por los que nos rodean y nos quieren. ¿Qué dicen ellos sobre nosotros?, ¿qué nos gusta hacer?, ¿cuándo nos saturamos en nuestros quehaceres?, ¿cómo savan de nosotros una sonrisa?

Éstas y otras preguntas podemos formularnos y dejar que nos formulen. La actitud positiva es fundamental; y el tiempo de respuesta también. No debemos contestar a estas cuestiones pronto, sino que es deseable dejar pasar unos días.

Como decían los famosos autores de la «ventana de Johari», el conocimiento sobre nosotros mismos puede aumentar por sus comentarios e interpelaciones.

Tenemos dos oidos para oir y una boca para hablar, ¿por qué?

«Mamá…, ¿me estoy portando bien?»

«…Parece mentira, hija, evidentemente no…» Algo similar pasa cada día en cada casa de un niño o niña de entre 3 y 7 años. Si lo tenemos tan claro, ¿por qué ellos no?

Expresiones como: portarse bien, hacer lo que debes, ser responsable, hacer las cosas como te las pido, pensar en los demás, hacer lo lógico, entra en razón,… no son útiles a la hora de educar. No valen para nada.

A un pequeño «pensante» de esas edades le cuesta, por desarrollo madurativo, realizar abstracciones, generalidades y asumir conceptos no tangibles. Es posible que sea capaz de repetir (aprendizaje por modelado) expresiones que escucha a los adultos y nos dé la impresión de que sabe lo que dice. Pero no.

Desde el papel de padre y madre, abuelo o abuela, tío o tía; debemos concretar lo más posible nuestros límites e indicaciones. Por ejemplo: lávate la cara, espera a que tu hermana termine de hablar, ahora no toca jugar a eso, estás sentado correctamente y eso me gusta, has pedido el postre por favor,… Este tipo de abordaje más concreto ayuda, a estas edades a identificar los objetivos socialmente deseables para su entorno adulto.

No olvidemos que hacemos los hijos e hijas a nuestra imagen y semejanza; pero que ellos, de por sí, traen una carga genética propia y permeable a nuestra acción. La otra parte que desde los educadores podemos moldear; hagámoslo desde los cero años… de lo contrario a los catorce podrá ser el crujir y rechinar de dientes…

ACTITUDES ANTE LA MUERTE Y EL DUELO

La muerte y el duelo. Sólo hay un momento en la vida, en la que no hay vuelta atrás, la muerte. Esa palabra que tanto asusta y a la que tanto se teme. Algunos lo llevan más presente, otros en cambio sólo se acuerdan cuando les llega la mala noticia, entonces, sienten malestar, acordándose de la familia y los seres queridos que deja. En caso de allegado afectivo, se recuerdan todas las características positivas, habilidades, momentos buenos y agradables de la persona, y se deja en el tintero lo negativo.

La muerte

Mientras la persona afectada siente incredulidad, insensibilidad, enojo, rabia, resentimiento, tristeza, miedo, angustia, culpa, reproches, soledad, ambivalencia o incluso alivio, los amigos de la familia o “conocidos” buscan la frase mágica para que todo lo anterior no se de, o suponga un alivio.

La muerte: ¿remedios mágicos?

No hay fórmulas magistrales pero no se debe caer en consuelos fáciles y frases hechas: “le acompaño en el sentimiento”, “ya está descansando”, o “es ley de vida”. En su lugar, resulta mucho más útil la comunicación no verbal, esto es, un abrazo, una mirada, un gesto… Lo importante es conocer a quién se pretende “aliviar” para adoptar la mejor actitud.

Puedes llorar porque se ha ido o sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado.

Tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver o puede estar lleno del amor que compartisteis

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío, dar la espalda o puedes hacer lo que a él o a ella le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

Poema Popular Escocés

Desde el Centro Delta Psicología de Bilbao, podemos ayudar a que entiendas estas situaciones y puedas, con tiempo, ir construyendo una nueva experiencia vital que tenga cierto sentido. Estamos para escucharte en el 944241960 y en el mail info@centrodelta.com

El adolescente aburrido

Uno de los indicadores característicos de la entrada en la adolescencia es el aburrimiento. Nuestros chicos y chicas que entran en los 10, 11 años… dejan de jugar a lo que siempre les ha gustado, y en ocasiones se sienten aburridos. Parece los juegos u ocupaciones de antes ya no les satisfacen y buscan algo más. Algo más que no debemos darselo los padres; sino que ellos deben ir encontrándolo poco a poco. En este camino entran en juego, con fuerza los amigos, el grupo de iguales.

Es entonces cuando van cobrando fuerza las relaciones sociales de igual a igual; los intereses compartidos, la confianza en el otro, las confidencias, los grupos cerrados pero variables en el tiempo, los deportes en común, los roles de cada uno,… es en esta edad cuando los padres debemos hacer un esfuerzo porque sean ellos y ellas mismas. Les debemos dejar que descubran su identidad, sus gustos y preferencias y desarrollen sus habilidades. Deberíamos estar a su lado, compartir esos nuevos intereses; permitirles ritmos diferentes, momentos para estar solos, permitirles el aburrimiento y no pretender eliminarles todo ese malestar que pueden manifiestan.

Están entrando en la edad adulta; y esto no ha hecho más que empezar…