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¿Cómo seleccionar a una familia que adopta?

niñorusoTras leer un artículo científico interesantísimo de Ana Berástegui, de la Universidad de Barcelona (2007) sobre «La adaptación familiar en la adopción internacional: un proceso de estrés y afrontamiento», me gustaría compartir la idea de esta investigadora de dar un peso específico a variables moduladoras de la adaptación del niño adoptado y replantear algunos de los criterios que hasta ahora se tienen en cuenta y que tienen que ver con cuestiones sociodemográficas.

Me refiero a la gestión del estrés en la familia, sus recursos emocionales utilizados habitualmente y las expectativas que se elaboran en relación a cómo va a ser todo y qué harán si no es todo tan de color de rosa. ¿hasta qué punto se tienen en cuenta estas variables en lugar de la «estabilidad del trabajo», los recursos económicos,… de la familia de adopción?

Cerca de entre el 1% y el 1,5% de estas adopciones acaba con la ruptura, y la marcha del menor del domicilio para ser acogido habitualmente por una institución.

Como contrapartida también sabemos que si comparamos familias con menores que muestran problemas de adaptación, conductuales, emocionales, etc. como en ocasiones, y sobre todo le primer año, muestran algunos de los menores adoptados internacionalmente; el pronóstico es sensiblemente mejor para los adoptados que para los menores con padres y madres biológicos.

Para leer le artículo completo, pincha aquí

Charlas en Colegio Jesuitas (Indautxu)

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEsta tarde, a las 19:00h hablaremos sobre «EDUCAR EN EL SIGLO XXI. EL ABORDAJE MÁS EFECTIVO EN CASA» en el Colegio de Jesuitas de Indautxu, en Bilbao.

Está dirigida a familias con hijos en educación primaria, hasta el  cuarto curso. Será una formación de una hora y media de duración, con contenidos útiles para los padres y madres. Se hará de manera participativa para que los y las participantes puedan volver a sus casas con ideas útiles a la hora de educar a los hijos.

El jueves día 25 abordaremos con familias de adolescentes, el tema de Escuchar a los adolescentes y sobre cómo hablarles… Interesante, ciertamente

 

¿Por qué le pasa esto?

ancianoBuscar la causa puede llevarnos a entender el problema; pero también puede enfrascarnos en una explicación que no tenga salida para el futuro.

Por ejemplo, si intuimos que a raíz del fallecimiento de una abuela, nuestro hijo está más contestón, irascible,… nos quedaremos con una explicación que «puede ser verdad» pero que no nos ayuda a saber qué hacer a partir de ahora. No podemos hacer que la abuela vuelva.

Buscar los «paraqués» suele ser más útil porque nos da pistas sobre qué hacer ahora.

Siguiendo el ejemplo anterior, si sabemos que nuestro hijo está más protestón para sentir la atención que nota ha perdido tras la ausencia de su abuela; podemos darle dicha atención de manera adecuada…

El enfoque de los problemas, derivan en movimientos o en parálisis de los educadores que pretendemos mejorar el bienestar de los más pequeños de la casa.

La sexualidad y la afectividad hasta los 12 años

Esta entrada es más larga de lo habitual.


papaymamaHablemos de sexo.
Así se titulaba aquel programa de la Dra. Elena Ochoa que quizá irrumpió en nuestras vidas hace ya tiempo. Escuchar a esta psicóloga y a sus invitados puede que nos permitiera cierta licencia para sacar «el tema» con los hijos… ¿Pudimos borrar algunos mitos y prejuicios sobre las relaciones sexuales y afectivas entre las personas?

¿Cómo enfocamos el tema con los hijos e hijas?: naturalidad. Es lo que se pide a gritos desde las consultas de los profesionales sanitarios; sean éstos médicos o psicólogos. Naturalidad es lo que voy a intentar proponer en este espacio que amablemente me brindan mis compañeros del colegio.

Antes de entrar en harina, recordemos la frase con la que nuestros hijos nos miran: «no me hables, déjame ver…» Aprenderán, no por lo que les decimos, sino por lo que nos ven hacer. Hablemos menos y hagamos más.

De manera concreta mi intención es doble: por un lado reflejar muy someramente en unas líneas los hitos principales del desarrollo de la afectividad en los niños y niñas hasta los doce años, y por otro poder exponer el abordaje más efectivo desde la familia ante conductas que, aún todavía, nos siguen sorprendiendo.

Las horquillas de edad son orientativas, y cada niño y niña tiene su propio momento de desarrollo.

Desde el nacimiento hasta los dos años la afectividad de los bebés se concreta en su risa, sus caricias, sus «besos mojados», la expresión de su desnudez y tocamientos propios y ajenos. Sabemos que en esta etapa sienten curiosidad, buscan la satisfacción física, el placer, la atención de los demás y sentirse protegidos, queridos. Estas suelen ser los motivos por los que se expresan afectivamente.

Desde los dos a los seis años la cosa se complica un poco. Los niños pueden expresar su afecto y sexualidad mediante tocamientos propios y ajenos, pueden explorar su cuerpo y encontrar placer en ello (masturbación). Si algo es placentero, tenderán a repetirlo; por lo que es conveniente circunscribir las actividades de darse placer a uno mismo a un contexto determinado: la intimidad.

Es una época en la que ellos y ellas copian gestos y conductas afectivas, como dar besos en la boca, dar abrazos, y pueden canalizar estas expresiones mediante juego simbólico con sus muñecos (por ejemplo, desnudan a los muñecos, les bañan, les hacen darse besos,…). Lo que ven, lo copiarán. ¡Cuidado con lo que ven!

¿Qué buscan entonces de los dos a los seis años?, lo más probable es que persigan el placer físico inmediato y durante un corto periodo de tiempo. También quieren satisfacer su curiosidad, la atención de sus adultos y otros dos escenarios que hasta ahora no aparecían: buscar su identidad y la pertenencia al grupo.

En estas edades ya se identifican claramente con los «chicos» o con las «chicas» y con todo el repertorio simbólico que habitualmente cada grupo conlleva. En este punto deberemos ser muy cuidadosos si queremos ofrecer una educación no sexista. Es en esta fase cuando se va forjando la identidad sexual. Dar por hecho que «el balón» es para los chicos y «la muñeca» para ellas es un error de bulto.

Existen conductas que pueden llamarnos la atención como tocar compulsivamente partes del cuerpo de los padres (el pecho de la madre o el pene del padre, por ejemplo). En estos casos, debemos mostrarnos comprensivos, pero limitar estos tocamientos, pues invaden «nuestra intimidad»; cosa que deben empezar a aprender ellos desde estos momentos: a proteger la suya.

Finalmente, desde los seis a los doce años suele entenderse como una etapa de «tranquilidad sexual», en la que no existen grandes «explosiones» de comportamientos afectivo-sexuales que puedan llamarnos poderosamente la atención. El «despertar» vendrá a partir de los doce.

Aún así, es posible que nos encontremos con expresiones de afecto y sexualidad tales como la masturbación de nuevo, preguntas más directas sobre anatomía y relaciones de pareja, etc. En ocasiones hay un escaso interés por las personas objeto de su deseo sexual.

Pueden existir conductas de hetero-exploración, pero suelen ser sin la «carga sexual adulta» que tendrían en una persona mayor de edad. En estas edades es muy importante que se afiance el referido concepto de intimidad; ya que eso puede protegerles de futuras situaciones invasivas. La enseñanza de la asertividad es básica en esta etapa.

Lo que buscan niños y niñas de los seis a los doce sigue siendo satisfacer curiosidades, encontrar el placer físico, la atención social, el reforzamiento de su identidad y la inclusión en un grupo de iguales del que se sienta parte importante.

Ante todas estas expresiones de afecto y sexualidad, los padres podemos elegir entre tres tipos de respuestas: la alarma, la negación o la naturalidad.

¿Quién te ha enseñado a decir eso?, no es propio de tu edad…

Pregúntale a tu madre, ahora me pillas ocupado…

Cuando el pene se pone duro se llama erección, y es normal y luego se pasa

Son tres maneras totalmente diferentes de encarar la pregunta de un niño de 5 años: ¿por qué la colita de Juanito se levanta cuando le cambiáis el pañal?

De nosotros depende aportar una respuesta educativa o no. Hay adultos que evitan enfrentarse a dicha encrucijada, otros tiran balones fuera, y otros, sencillamente, contestan lo que saben, adaptado al que pregunta, y dando información. Examinemos cuál es nuestra actitud; pero no bastaría con que nosotros mismos lo reflexionemos. Si tenemos pareja, preguntémosle a ella a ver qué opina de nosotros. Será una información muy interesante…

«Joven agredida por un adolescente…»

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Entrevista radio. Agresiones entre jóvenes. Radio Popular. enero 2013 (desde minuto 6)

Recientemente ha saltado a los medios noticias como ésta, o parecidas. ¿A caso los adolescentes de hoy en día tienden a agredir más que antes? ¿Qué pasa por la cabeza de un adolescente de 14 años cuando realiza comentarios obscenos e intentos de violación de la intimidad de otra chica de 13 en plena calle? Mejor dicho… ¿qué no le pasa por la cabeza…? Esta sería una pregunta más adecuada.

La respuesta, cómo no, es multicausal. No podemos delimitar una única causa de dicho comportamiento. Intentando ser muy escuetos, diré que existen:

  1. factores personales: hay altas probabilidades de que ese chico haya sido a su vez víctima de agresiones, que padezca trastornos emocionales y del comportamiento, posea niveles de estrés personales elevados y que su empatía sea deficitaria,
  2. factores contextuales: el grupo de iguales presiona, la sensación de control en el momento, de superioridad, el ir con tóxicos en el cuerpo esa tarde,…
  3. factores educacionales: la ausencia de valores como la demora del refuerzo, el respeto por los derechos humanos, la «ley del silencio», los valores cooperativos, la riqueza de la variedad e integración social,… ¿qué tipo de valores recibe ese adolescente en su escuela y en su casa?

Por todo ello, debemos plantearnos realizar una intervención multidireccional: hacia esos tres «lugares» donde encontramos una necesidad de aprendizaje.

La atención a las víctimas de dichas agresiones y a los espectadores, merecen otra entrada aparte en este blog de psicología.

La familia en verano, ¿una bomba o un bombón?

Existen momentos en el año en los que parece que ciertas ideas irracionales arraigadas en nuestra sociedad además de ciertas emociones que conviven con nosotros tocan a nuestra puerta. Son los familiares a los que vemos «de pascuas a ramos».

¿Qué nos incita a reunirnos con ellos?, ¿quizá es la rutina del «ya toca ver a la tía Engracia…»?, ¿o quizá es el cariño de querer acercarnos a aquellos que por nuestros hábitos laborales y familiares directos no podemos ver más que en fechas señaladas como en las vacaciones de verano?. ¿Ta vez por compromiso social, «obligados» por terceras personas, debemos volver a probar el bacalao del tío Tomás… otra vez…?

Deberíamos ser fieles a nosotros mismos y a ellos, y conocer los motivos que nos incitan a tales reuniones y encuentros. Y luego tomar una decisión. Aclarar los motivos que nos lleva a reunirnos con personas a las que no vemos en meses y disfrutar, en la medida de lo posible de estos contactos sociales.

De todas las relaciones personales pueden sacarse elementos enriquecedores y positivos para nuestra vida personal; incluso de las más agrias. Veamos, a veces a largo plazo, lo que nos aportó aquella persona, aquella situación en la que quizá estuve incómoda,…

…Y sobre todo…, pasémonos al postre si nos tienen pescaDo con el bacalaDo…

¡Buen verano!

Alumnado con altas capacidades: «ProyectoSupera.es»

Gracias a la cooperación entre Aledia Consultores y el Centro Delta Psicología, en breve será una realidad el ProyectoSupera.es para el alumnado con altas capacidades.

El ProyectoSupera.es surge para dar respuesta a las necesidades educativas, emocionales y de orientación de niños, niñas y adolescentes con altas capacidades y con un alto rendimiento académico.

Ofrecemos recursos a sus familias, que en muchas ocasiones demandan ayuda para poder satisfacer las necesidades de estos niños y niñas.

Evaluamos las altas capacidades de manera válida y fiable, mediante pruebas psicométricas y psicodiagnosticas estandarizadas.

«Mamá…, ¿me estoy portando bien?»

«…Parece mentira, hija, evidentemente no…» Algo similar pasa cada día en cada casa de un niño o niña de entre 3 y 7 años. Si lo tenemos tan claro, ¿por qué ellos no?

Expresiones como: portarse bien, hacer lo que debes, ser responsable, hacer las cosas como te las pido, pensar en los demás, hacer lo lógico, entra en razón,… no son útiles a la hora de educar. No valen para nada.

A un pequeño «pensante» de esas edades le cuesta, por desarrollo madurativo, realizar abstracciones, generalidades y asumir conceptos no tangibles. Es posible que sea capaz de repetir (aprendizaje por modelado) expresiones que escucha a los adultos y nos dé la impresión de que sabe lo que dice. Pero no.

Desde el papel de padre y madre, abuelo o abuela, tío o tía; debemos concretar lo más posible nuestros límites e indicaciones. Por ejemplo: lávate la cara, espera a que tu hermana termine de hablar, ahora no toca jugar a eso, estás sentado correctamente y eso me gusta, has pedido el postre por favor,… Este tipo de abordaje más concreto ayuda, a estas edades a identificar los objetivos socialmente deseables para su entorno adulto.

No olvidemos que hacemos los hijos e hijas a nuestra imagen y semejanza; pero que ellos, de por sí, traen una carga genética propia y permeable a nuestra acción. La otra parte que desde los educadores podemos moldear; hagámoslo desde los cero años… de lo contrario a los catorce podrá ser el crujir y rechinar de dientes…

El adolescente aburrido

Uno de los indicadores característicos de la entrada en la adolescencia es el aburrimiento. Nuestros chicos y chicas que entran en los 10, 11 años… dejan de jugar a lo que siempre les ha gustado, y en ocasiones se sienten aburridos. Parece los juegos u ocupaciones de antes ya no les satisfacen y buscan algo más. Algo más que no debemos darselo los padres; sino que ellos deben ir encontrándolo poco a poco. En este camino entran en juego, con fuerza los amigos, el grupo de iguales.

Es entonces cuando van cobrando fuerza las relaciones sociales de igual a igual; los intereses compartidos, la confianza en el otro, las confidencias, los grupos cerrados pero variables en el tiempo, los deportes en común, los roles de cada uno,… es en esta edad cuando los padres debemos hacer un esfuerzo porque sean ellos y ellas mismas. Les debemos dejar que descubran su identidad, sus gustos y preferencias y desarrollen sus habilidades. Deberíamos estar a su lado, compartir esos nuevos intereses; permitirles ritmos diferentes, momentos para estar solos, permitirles el aburrimiento y no pretender eliminarles todo ese malestar que pueden manifiestan.

Están entrando en la edad adulta; y esto no ha hecho más que empezar…