La psicología moderna nos aporta un concepto de felicidad que no sólo tiene que ver con el disfrutar sino con otros asuntos más: el sentido de la vida, el camino que andamos tras nuestras metas, el sentimiento de pertenencia, las emociones de fluir en el trabajo o en nuestras actividades y la consciencia de que la vida es cada A y cara B; todo tiene una parte negativa que debemos aceptar y hasta verle lo positivo.
¡Vaya síntesis atrevida de lo que es la felicidad!
El pasado martes día 29 de noviembre de 2016 tuve el placer de acompañar a Adela González y su equipo en otro debate en el programa «Ahora» (desde minuto 3:05), este vez sobre la integración de personas nacidas en lugares del mundo lejanos cuya vida ha sido vivida en Euskadi.
Las personas cuya apariencia puede quizá revelarnos un lugar del mundo lejano son parte de la ciudadanía mundial con la que convivimos.
En un mundo inter-conectado e hiper-conectado es necesario que perdamos algún resquicio de miedo o sorpresa ante lo que juzgamos diferente. La clave está en experimentar que realmente la diferencia entre las perdonas no está en su color de piel, o en su tipo de pelo (¡o en no tenerlo!) sino en la actitud frente a los nuestros: los humanos.
Viajemos, conozcamos otras culturas, abrámonos al mundo.
Intentaré encender, desde este modesto púlpito, alguna luz en el camino de aprender a morir con dignidad y belleza, como decía el premio príncipe de Asturias en su discurso de 2011.
Los Aprendizajes que pone la vida delante de nosotros muchas veces justo cuando menos los queremos, en ocasiones tienen varios ensayos para que podamos ir practicando. En psicología del aprendizaje llamamos ensayos de aprendizaje a las ocasiones en las que ponemos en marcha nuestra habilidad para conseguir perfeccionarla en una ocasión final.
En la muerte solamente hay un ensayo, una oportunidad de morir. Pero sí podemos ensayar la actitud que tendremos llegado el momento; siempre y cuando la vida, esa caprichosa del azar, así nos lo permita antes de morir.
Alguien puede pensar en lo osado de mi escrito; de acuerdo. Algún otro puede ver en él un asidero que con ansia buscaba desde hace tiempo; e incluso otros lo pueden ignorar, aún teniendo delante de sus narices la realidad de lo que le acecha.
Creo que existen tres tipos de perfiles de vivir la cercanía de la muerte. Por un lado tenemos a los CIEGOS. Son aquellos que desde su protección no quieren o pueden ver lo evidente: la vida nos ha dado un tiempo para vivir y ya se acaba. Las personas ciegas tienen miedo, miedo a encontrarse con algo que no van a controlar, miedo por no saber cómo reaccionar llegado el momento fatal. Nadie les ha enseñado a asumir desde bien pequeños que la muerte es parte de la vida, que son dos caras de la misma moneda. Realmente no son conscientes de que su vida algún día terminará, aunque ese día esté mas cerca que lejos.
Luego están las personas RESISTENTES. Son aquellas que se niegan y colocan todas sus trincheras frente a la muerte para luchar contra ella. ¡Vaya falacia luchar contra lo único inevitable que tiene la vida! Se rebelan ante la posibilidad de desaparecer, no quieren; y hasta se convencen de que no ocurrirá así.
Por último están los VALIENTES, aquellos que tienen miedo pero saben que es el siguiente paso que deben dar en la vida; el último. Las personas que saben que la vida va por ciclos, que va de fases, suelen tener más claro que cuando la muerte llama a su puerta deben abrir. Despedirse de los seres queridos, decir lo que siempre quisiste susurrar a quién de veras te importa y aceptar el final de la vida y el principio de la muerte, suelen ser características comunes a estas persona valientes.
Parece que aunque sólo podamos tener un ensayo de aprendizaje al morir, sí podemos tener multitud de ensayos en los que podemos mostrar nuestra actitud ante el final de la vida. Como decía Viktor Frankl, psiquiatra maltrecho y reconstruido en la Alemania nazi, lo único que no puede quitarnos nadie es la voluntad de sentido. Nuestra intención de dotar de sentido a nuestros actos, nuestra voluntad de querer hacer nuestra vida a nuestra manera (y nuestra muerte) es lo que nadie jamás podrá arrebatarnos. Por eso nuestra actitud valiente (con miedo pero valiente) es lo único a lo que nos podemos aferrar para dar el paso. Aceptar morir es lo que distingue a estas personas valientes; no su tranquilidad frente al final. No hablo de resignación. Resignarse es la actitud de quien quiso cambiar el exterior y no pudo, de la persona frustrada frente a sus inútiles esfuerzos por mover las paredes que le rodean.
Leonard Cohen así parece que lo hizo. De alguna manera llegó un momento de su vida en lel que quiso morirse. No hablo de querer quitarse la vida, ni de terminar con el dolor crónico, no. Hablo de la decisión consciente y voluntaria de dar el paso, montar en la barca y cruzar el río.
Transcribo las palabras de despeidda del autor a su musa: «Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos y creo que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Amor eterno, te veré en el camino.”
En nuestras vidas tenemos muchos ejemplos de personas que ya no están con nosotros, que decidieron terminar su vida, acabar esa fase y comenzar otra realmente incierta, la más incierta. Parezcámonos a ellas, demos un paso adelante y decidamos conscientemente que el siguiente de nuestra vida es el final. Aceptemos con valentía y con miedo ese último paso. Mostremos a los siguientes en la cadena cómo se hace. Seamos ejemplo de bien morir. Las generaciones que van detrás necesitan vernos como modelos de esta última enseñanza, de este último paso. Y despidámonos con agradecimiento por todas las emociones agradables que hemos vivido, por la buena sensación de fluir en los momentos en los que perdimos el sentido siendo nosotros mismos y por el bienestar profundo que nos supuso pertenecer a algo superior a nosotros mismos y de lo que éramos una pequeña parte importante. Dejemos a un lado la cara B del disco, la rayada, la vieja y pongamos de nuevo ese disco de vinilo por su cara A, la buena, la sonora, la que nos hace vibrar. Y bailemos hasta el amanecer.
Parece que hay momentos en los que nos cuesta dar nuestro brazo a torcer o simplemente variar nuestra opinión. En ocasiones la inflexibilidad del pensamiento se asocia con las personas mayores de 65 años, pero no siempre es así.
Existen psicopatologías que cursan con unas ideas fijas y rígidas como los trastornos del espectro autista TEA.
Pero en la población no clínica vemos que en ocasiones somos muy «cabezotas». ¿Por qué?
Probablemente miedo al cambio, miedo a lo desconocido. Sentimos inseguridad por el nuevo lugar mental al que nos dirigimos; y preferimos seguir en nuestra «vieja» posición conocida, aunque poco adaptada, es «la nuestra, la de siempre».
Ultimamente hemos visto en los medios de comunicación que mucha gente vuelve a estas posturas, por miedo a las aventuras…
Algunas noticias que nos impactan y nos marcan, las gestionamos improvisadamente… como podemos. Si de repente ha fallecido alguien cercano, o una persona que conocemos se queda sin trabajo de la noche a la mañana, o una amiga pierde al bebé que estaba esperando… nos podemos quedar bloqueados, fríos, sin saber qué decir.
Sentimos miedo. El miedo paraliza, probablemente por su origen evolutivo que permitía a nuestros antepasados pasar desapercibidos mientras el león pasaba de largo.
Cuando sentimos miedo por ese acontecimiento terrible que nos pilla de sorpresa, debemos reaccionar inmediatamente pero sólo diciéndonos esta frase: Estoy impactado. No estoy en condiciones de reaccionar razonablemente. Mi manera de ayudar es acompañar y escuchar más que hablar. No recomendaré nada, y estaré muy atento.
En esos primeros momentos debemos ser cautos, y observar, acompañar y no tomar ninguna decisión que pueda ser definitiva y de la que luego nos podamos arrepentir.
Como en el audio que podemos escuchar en el programa de radio Maneras de vivir, con Kike Alonso en Onda Vasca, podemos optar por discutir con otra persona ajena al acontecimiento potencialmente traumático, o podemos optar por unirnos más a nuestros seres queridos.
El domingo 20 de marzo es el Día de la Felicidad, así, con mayúsculas. Y para conmemorarlo vamos a explicar cuál es la receta para conseguir la felicidad.
INGREDIENTES:
– 500 gr de Experiencias vitales críticas, es decir, potencialmente negativas (¡Pues sí que empezamos bien…!)
– 500 gr de Experiencias vitales reconfortantes, potencialmente positivas (¡Ah, vale, ya pensaba que se habían equivocado…!)
– 1 Kg de sentido de la vida, a poder ser en grano. (¡¿sentido de qué?!)
– Una cucharada sopera de placer físico, reconfortante en el cuerpo, directamente. Se echa sin miramientos a la vida para darle sabor. (Mmmm eso me gusta)
– Un ramillete de experiencias fluidas, a poder ser que cuesten esfuerzo y cansancio, pero que le hagan sentir útil, con poder, con sensación de trabajo bien realizado y que le hagan perder el sentido del tiempo (vaya, eso cuesta esfuerzo…)
– Unas hojas de pertenencia a algo superior a usted. Debes echar, cuando esté todo hirviendo, la sensación de que es parte de algo a lo que pertenece. Puede ser un grupo social de referencia, una percepción de algo más allá de lo mundano. Condimentar al gusto. (Pues esto va a ser más difícil de hacer, tengo que ver cómo me sitúo yo en el mundo…).
PREPARACIÓN:
Se mezclan las experiencias positivas con las negativas. Se revuelve todo bien hasta que esté a punto de nieve. Se deja reposar media hora, el tiempo justo para decidir si nos centramos más en las positivas o en las negativas.
Si no tuviéramos a mano experiencias positivas, algo pasa en el supermercado de abajo de casa… No puede ser. Estaremos utilizando las gafas inadecuadas para ver en las estanterías de ese maldito supermercado… Colóquese otras gafas, las del optimismo, y comience a ver que probablemente algunos productos que considera negativos, no lo sean tanto, y le hayan ayudado a valorar mejor la vida, ¡caramba!
Si lo que no encuentra en el supermercado son experiencias negativas, vuelva a casa y enciérrese en el lavabo. Mírese al espejo. Usted es cada vez más viejo y la muerte está más cerca. Si con esto no desespera, padece usted un síndrome aún no aceptado por la comunidad científica internacional, y que poca gente padece: «desconexión ilusa de la realidad». Así no puede usted vivir. Debe aceptar que en la vida siempre hay cosas buenas y malas. Su príncipe azul acabará destiñendo. No se deprima, es normal. A la tercera vez que lo lave quedará con un color azul cielo combinable con el resto de su fondo de armario. Ideal.
Cuando haya recopilado igual cantidad de experiencias buenas y malas, mezcle todo bien de nuevo con esfuerzo (¡Y dale con el esfuerzo…!). Es importante que aprenda de las experiencias negativas, porque incluso ésas le harán ver que la vida merece la pena vivirla, y le ensenarán el SENTIDO que debe escoger para vivirla. Debe buscar incansablemente por las tiendas cercanas a su casa, y a poder ser también por los hospitales, PARA QUÉ está usted en esta vida: si puesto por el ayuntamiento o para algún fin que le motive. En el segundo caso, récelo tres veces, como Bitelchús y siga con la receta. En caso contrario, espere hasta que encuentre el sentido a su vida. Puede llevarle años, pero merece la pena. No se preocupe por la caducidad de los ingredientes mientras espera frente al horno abierto: no caducan.
Añada, unas gotas de sudor y lágrimas producidas por las experiencias que le hacen a usted fluir y que le recuerdo que le hicieron sudar: cansan. Si no tuviera, siempre puede echar un anca de rana, de las que habitualmente tenemos en la cocina; le da el mismo sabor.
Por último, meta todo al horno durante 5 ó 6 años, hasta que se de cuenta que la felicidad de aprende, no se siente o hasta que esté dorado.
Una vez pasado ese tiempo, nunca antes, decórelo con la sensación de pertenencia a algo superior a usted. Debe espolvorearlo con delicadeza, pues este tipo de experiencias son muy volátiles y no se venden en supermercados, ha de fabricarlas usted mismo o encontrarlas observando a los demás.
PRESENTACIÓN:
Por último y no menos importante, preséntelo en una mesa grande con las personas a las que quiere y las que le quieran. El resto no es que no esté invitada, es que nunca se enteró de que estaba cocinando su propia felicidad. Evite invitar a gilipollas esféricos, son tontos se miren por donde se miren y hacen que el pastel no suba.
¡Disfrute!
El domingo día 20 de marzo de 2016 nos encontrarás en la contaportada del diario DEIA hablando de la Felicidad, pero más en serio… Je je je…
PD. DESDE EL CENTRO DELTA PSICOLOGÍA QUEREMOS PONER UNA NOTA DE HUMOR A ESTE DÍA, PORQUE LA RISA, AUNQUE NO VAYA EL LA RECETA, DEBE ESTAR SIEMPRE PRESENTE EN EL COCINERO
El miedo a volar puede aumentar tras catástrofes como la de Germanwings, ya que eleva nuestras expectativas negativas y de daño en situaciones similares que vivamos a continuación.
Pero también destacamos que dicho miedo es adaptativo, nos protege porque nos mantiene alerta y no debería bloquear nuestros planes de vuelo.
Tal y como hemos comentado a la agencia EFE recientemente (1/4/2015), y han publicado eldiario.es (2/4/15) y 20 minutos.es (4/4/15):
«También para Luis de la Herrán, psicólogo clínico y director del Centro Delta Psicología, la mejor recomendación es «que vuelen, que no cancelen los planes en avión que tengan, y comprueben por ellos mismos que no pasa nada. No conviene evitar situaciones que nos suscitan miedo para evitar daño cuando sabemos que ese daño no es objetivo».
De la Herrán ahonda en la única intervención psicoterapéutica con evidencia empírica demostrada en el miedo excesivo a volar, la terapia de exposición y afrontamiento.
Puede hacerse más o menos gradual y debe también ir acompañada de estrategias de control de la ansiedad, desactivación fisiológica y en algún caso puede ser interesante terapia con biofeedback.
Es necesario completar esa terapia con una reestructuración cognitiva para reordenar las ideas y pensamientos acerca de la situación de volar.
Una vez que ese miedo es controlable -en ningún caso desaparece-, la persona no suele necesitar más terapia, pues ya sabrá cómo hacer frente a esa situación temida.
Tendrá que repetirse eso de que estadísticamente es más seguro viajar en avión que en cualquier otro medio de transporte, incluso en bicicleta, y ser consciente de la vulnerabilidad que tenemos como personas y no vivir de espaldas a la muerte, al daño y al dolor. «Aceptar que la vida tiene dos caras, las del placer y la del dolor, concluye De la Herrán, nos ayudará a vivir más tranquilos».
Hay fobias de las que alguna vez hemos oído hablar o conocemos a alguien que la padece, entre las más comunes, la aracnofobia, agorafobia o claustrofobia…
Pero las hay curiosas y no tan conocidas como:
Aurofobia: que es el miedo al oro.
Enofobia: temor o asco al vino.
Efebifobia: miedo a los adolescentes.
Somnifobia: temor a dormir.
Noctifobia: es el miedo a la noche.
Clinofobia: el temor a ir a la cama.
Sofofobia: temor a saber y adquirir nuevos conocimientos.
Antrofobia: miedo irracional a las flores.
Dipsofobia: el miedo extremo a las bebidas alcohólicas y a la embriaguez.
Agirofobia: miedo a la calle y a cruzar la calle.
Gefirofobia: fobia a cruzar puentes
Basofobia: miedo a caerse.
Xantofobia: es el miedo al amarillo.
Fagofobia: miedo a comer y tragar.
Bromidrosifobia: miedo al mal olor corporal, tanto propio como ajeno.
Cada vez es mA?s conocida la fobia a conducir, tambiA?n llamada «amaxofobia».
Hay personas que despuA?s de obtener el carnA? de conducir se les hace casi imposible ponerse al volante. Sufren sA?ntomas de ansiedad y angustia, como por ejemplo; sA?ntomas fA?sicos; sudoraciA?n, taquicardia, temblores, mareo… TambiA?n se dan otros sA?ntomas psicolA?gicos; sensaciA?n de amenaza o peligro, preocupaciA?n…
Como en cualquier otro tipo de fobia existen tratamientos eficaces para superar el problema, entre otras estA?n las terapias cognitivo-conductuales que combinan diferentes tA?cnicas; exposiciA?n en vivo, reestructuraciA?n cognitiva, biofeedback, tA?cnicas de relajaciA?n, etc.
Desde Centro Delta PsicologA?a ofrecemos programas de tratamiento eficaces para superar este tipo de problemA?tica que tanto hace sufrir a quien la padece.
A continuaciA?n os dejamos un enlace a una noticia sobre la amaxofobia.
El miedo nos puede paralizar o hacer que hagamos cosas impensables. El miedo moderado es útil, porque pone a nuestro cuerpo en alerta ante el peligro; pero un exceso de miedo puede paralizarnos y envolvernos en una cadena de comportamientos evitativos que nos perjudiquen seriamente nuestra vida cotidiana y la de nuestros allegados.
SEGUNDO:
Datos: en Madrid hay una persona contagiada del virus ébola. Yo he pasado cerca de su casa; y he podido tocar la misma barandilla del parque que tocó esta persona. El virus ébola se transmite por contacto directo de fluidos corporales. En Liberia, Sierra Leona, … existen ya cerca de 4.000 personas fallecidas por el virus y miles más que han entrado en contacto con ellos y siguen vivos.
Más datos: en España mueren al año entre 10 y 15 personas por un rayo. La tasa de mortalidad por enfermedades cerebrovasculares: 95 por 100.000 habitantes/año. Y podría seguir… pero el problema no son los datos.
TERCERO:
Mi miedo va más allá: elucubra, anticipa, fantasea,… y mientras tanto siento malestar de estómago, dificultades para tragar, sudoración,… ¿tendré síntomas del ébola o tendré miedo?. El miedo es «libre», porque pertenece a nuestro sistema nervioso autónomo, que surge sin nuestro control voluntario. No podemos aconsejar «no tener miedo» porque viene a ser lo mismo que si le aconsejamos a alguien que baje su fiebre… Permítete tener miedo.
CUARTO:
Vida y muerte son dos caras de la misma moneda. Vivir de espaldas a la muerte es ingenuo; y sólo hablar de ella cuando llama a tu puerta… no es buena estrategia. La única certeza que tenemos los vivos es que nos vamos a morir; algunos con supuesta «fecha de caducidad» y otros con esa incógnita.
Y QUINTO:
Y una última cuestión: el miedo condicionado se controla afrontándolo: viajemos a Madrid, paseemos por Alcorcón tocando los bancos de los parques,… finalmente no nos pasará nada. Aprenderemos a controlar así nuestras emociones.
94 424 19 60 / Psicólogos en Bilbao.
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